«Prefiero morir de covid que de hambre»

17/11.- Esto lo decía una señora, pero hay que multiplicarlo por miles de personas que están en esas mismas condiciones. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: por la incapacidad del Gobierno...

​Publicado en la revista 'Desde la Puerta del Sol', núm 377, de 17 de noviembre de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.

«Prefiero morir de covid que de hambre»

Seguramente ni Pedro Sánchez, ni Pablo Iglesias, ni Carmen Calvo, ni José Luis Ávalos, ni Salvador Illa ni el resto de la amplia traílla que nos indica por dónde hemos de ir para que ellos vayan cumpliendo sus objetivos estaría pendiente de la tele cuando una señora, sin lágrimas en los ojos, pero un dolor profundo en el alma, decía que «prefería morir de covid que de hambre» cuando contaba el desastre que se había apoderado de su familia al haber tenido que cerrar el negocio que llevaban regentando durante años y encontrarse materialmente en la calle, teniendo que acudir a un centro asistencial donde recibir algunos alimentos si no querían morir de hambre.

Esto lo decía una señora, pero hay que multiplicarlo por miles de personas que están en esas mismas condiciones. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: por la incapacidad del Gobierno al no haber sabido enfrentarse con la pandemia, haber tomado con alegría la que teníamos encima, dedicando ese tiempo a sus manipulaciones política, consiguiendo poco a poco la cosecha de sus propósitos mientras la economía se venía abajo por las erróneas decisiones adoptadas, por la corrupción utilizada en la consecución del material que precisaban los equipos sanitarios empeñados en ganar la batalla, por el abandono de las personas más propensas a caer en la pandemia como es el caso de las residencias de mayores que, lógicamente, no estaban preparadas para una situación de este cariz ya que su objetivo es otro, cerrándose fábricas, comercios, chiringuitos también, con lo que el país se fue paralizando en lugar de seguir funcionando con cautela, con una población bien dirigida que tomara conciencia de que era necesario adoptar medidas precautorias, reduciendo el ritmo normal al adecuado para ir salvando los obstáculos que surgían ante nosotros.

La depresión a que está conduciendo el coronavirus llevará a no pocas personas al suicidio por cualquiera de las causas que los pueden atañer. Si en España tuvimos 3.145 suicidios en 2019, los expertos consideran que esta cifra subirá considerablemente en 2020 cifras que tampoco se tienen en cuenta para buscar remedio, pues este número de decesos por suicidios, del que no se preocupa abiertamente ni la sociedad ni el Gobierno, representa tres veces las muertes por accidentes, se produce fundamentalmente en personas entre los 15 a 29 años, y supone una cifra infinitamente superior a las muertes por violencia de género que tanto se cacarean, pues las estadísticas dicen que en 2019 fueron 55 mujeres las que perdieron la vida por acción de los hombres, y se estiman (pues aquí las estadísticas no son tan precisas) 30 hombres por acción de las mujeres.

Sin duda la deficiente gestión del Gobierno ha llevado a España –y no ha terminado de caer todavía– a ocupar el primer puesto de entre los países europeos en desperdiciar su impulso industrial y comercial, y hasta agrícola, ya que, incluso, este año se han dado no pocos casos de no recoger la cosecha por imposibilidad de exportar la producción. La deuda es la más alta de la historia, los presupuestos que quieren aprobar los más desquiciados que se puede pensar dado que se incrementa considerablemente el gasto improductivo y para cubrir ese desmán programan subir los impuestos, justamente lo contrario que los economistas recomiendan para ayudar a la recuperación más rápida posible, los funcionarios con el Gobierno a la cabeza se suben el sueldo mientras los españoles dudan entre la muerte por hambre o por el covid, y la incompetencia se escapa por todos los poros junto con la pus de los abscesos que se forman en el cuerpo social del país a causa de tantas bacterias, parásitos y sustancias extrañas que nos invaden.

No cabe duda de que es preciso tratar al país con una cantidad inconmensurable de antibióticos a ver si evitamos la pandemia gubernamental, que no es menor que la del virus19.

No nos cansaremos nunca de recomendar rezar. No hace daño a nadie y la fe asegura que sirve para mucho. Porque hace mucha falta volver a tomar en serio lo que el Señor nos va diciendo en la Biblia a través de sus parábolas. Hemos abandonado la fe, hemos despreciado las normas que nos propone la religión, despreciamos las virtudes que marcan una trayectoria, los mandamientos que impuso el Señor a Moisés a través de la Tabla de la Ley, los valores personales y colectivos con los que fuimos dotados al nacer.

Mientras no recuperemos ese bagaje que actúe de antibiótico, difícilmente volverá la sociedad, y cada uno de nosotros, a ver claramente estrellado el cielo en la noche.

Para que nos ayude a rezar nada mejor que un antiguo botijo –y hasta podemos calificarlo de viejo, con respeto– de Andújar, en el que apenas se nota la Virgen de la Cabeza con la que un día lo decoró el alfarero. Virgen que, como sabemos, bendijo a los guardias civiles y paisanos, héroes de aquella desmedida epopeya que durante más de siete meses tuvo lugar por parte de doscientos y pico hombres entre guardias civiles y paisanos, junto a sus familias, al mando del capitán Cortés, de la Guardia Civil.

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