Otra interpretación del discurso del Rey

29/12.- Era fácil entender las palabras del Rey cuando hizo referencia a «los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas».

​Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol, núm 396, de 29 de diciembre de 2020.
Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.

Otra interpretación del discurso del Rey

Cuando estábamos intentando poner la primera palabra de este modesto comentario, nos llegó por wasap el testo que ponemos a continuación. Más o menos era lo que nuestra interpretación del discurso del Rey nos incitaba a poner. Con más o con menos palabras. Un poco más largo o un algo más corto. Pero el contenido, sustancialmente, no iba a variar demasiado. El autor es desconocido, lo que lamentamos, pues nos gusta decir quién escribe los textos. Él o ella nos dicen:

(Va en azul el discurso y en normal la interpretación).

Ya en 2014, en mi Proclamación ante las Cortes Generales, me referí a los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas. Unos principios que nos obligan a todos sin excepciones; y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares.

Éste ha sido el famoso párrafo tan controvertido que formaba parte del discurso del Rey el día de Nochebuena.

La interpretación generalizada después de haber preparado el terreno concienzudamente ha sido que la referencia iba directamente dirigida al comportamiento de Juan Carlos I. Pero hay una interpretación distinta.

Cuando Felipe VI habla de unos principios que nos obligan a todos sin excepciones nadie ha pensado que esas palabras iban al corazón del comportamiento de los líderes de Podemos:

  • Pablo Iglesias trapicheando con una tarjeta de teléfono móvil, mintiendo en sede judicial, utilizando un episodio inventado para sacar un provecho electoral.
  • La cúpula de Podemos, con Pablo Iglesias e Irene Montero al frente, acusada en denuncia pública por el jefe de la asesoría jurídica de Podemos de constituir una organización criminal.
  • El señor Echenique condenado por no pagar la Seguridad Social a su propio ayudante.
  • El ínclito Errejón apropiándose de dinero de una Universidad pública de forma ilegítima.
  • Podemos acusado de financiación ilegal con las cuentas de «Neurona», una empresa ficticia.

Y continúa el Rey: y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personales o familiares.

Aquí el Rey se refiere sin duda a Tania Sánchez, a Irene Montero, a Dilma y a otras «familiares» del líder morado incluida su tía de la inmobiliaria que les vendió y reformó la sede y así blanqueó dinero.

Y todos los medios pensando que el discurso iba referido a la conducta de Juan Carlos I.

Cada día es más meritorio el extraordinario sentido del humor que manifiesta Su Majestad en estos últimos discursos y cómo exige comportamientos éticos a toda la clase política sin excepción.

Y ellos sin darse por aludidos. ¡Ya saben que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio!

Tal cual. ¿O la ética solo cabe pedírsela al rey emérito? ¿Y los miembros del Gobierno? Juan Carlos I no tiene abierto ningún proceso judicial ni se le acusa de nada salvo por los propios corruptos de Podemos. La actuación abierta es de un fiscal (no de un juez) a instancias de la amante del corrupto y expulsado juez Garzón, escandalosamente elevada a fiscal general del Estado por Sánchez.

Debemos ir más allá que los medios «engrasados» generosamente y llegar al fondo de las intenciones de Su Majestad. En todo caso esta interpretación no es descabellada. Y resulta en todo caso más justa.


¿Acaso no son ciertos –aunque estén pendientes de sentencia judicial– todos los cargos que se atribuyen a Podemos? Evidentemente, tal como van las imputaciones, sí son ciertos todas las corruptelas que se les atribuyen; incluso faltan no pocas que esperamos se les vayan acumulando poco a poco, aunque mejor sería con cierta rapidez para que las sentencias nos libraran de ellos, ya que de otra forma parece difícil desprenderles del poder que injustamente han adquirido, a pesar de que por esos cargos y otros de menor cuantía, cuando ellos se encontraban en la oposición, reclamaban para los supuestos malhechores hasta piras ardientes en la plaza pública a semejanza de las de la Inquisición.

Era fácil entender las palabras del Rey cuando hizo referencia a «los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas». Los ciudadanos reclaman esos principios morales y éticos de todos los otros ciudadanos, pero mucho más de aquellos en los que han puesto su confianza para regir los destinos del país.

Y ahí hacen aguas ellos: evidentemente, –salvo algún equivocado que habrá que encontrar con la lámpara de Diógenes– los podemitas se hallan entre los bandoleros de menor categoría y sus jefes ni siquiera tienen la gallardía de aquellos que hicieron historia por las tierras de España como Luis Candelas, Jaime el Barbudo, José María el Tempranillo, Francisco Ríos el Pernales y una larga lista, que cometían sus atracos para beneficiar a los indigentes del país, y no como los actuales que «afanan» donde pueden a beneficio propio.

Porque, además, hasta para cometer fechorías, para tomar lo que no es suyo de las arcas donde se guarda lo de la comunidad, para ejercer un puesto público o privado del que sacar provecho personal, hace falta tener categoría. Y ellos –ahí está Pablo Iglesias como ejemplo– carecen de clase.

No viene mal dedicar el tiempo de confinamiento en el que nos encontramos, que respetamos en su integridad, en brujulear para encontrar aquello por lo que sentimos cierta atracción.

Estos días, revolviendo entre los botijos que se hacen en España nos hemos topado con la firma Jaima Alkauzar, granadina, que tiene un poco de casi todo, y que presenta un botijo curioso en cuanto a su decoración ya que la hechura de la pieza es tradicional; pero lo curioso es que está pintado a mano con alquitrán, aduciendo que es desinfectante del agua, y que la mantiene fresca y sabrosa. Hemos pedido uno para probarlo.

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