Nos estamos dejando llevar

25/03.- No hay que poner la vista muy lejos. Es suficiente con mirar a lo próximo, alrededor nuestro, para darnos cuenta de que en la sociedad se ha producido una desgana inconmensurable...


Publicado el número 140 de Cuadernos de Encuentro, de Primavera de 2020
Ver portada de Cuadernos de Encuentro en La Razón de la Proa

Nos estamos dejando llevar

Nos estamos dejando llevar

No hay que poner la vista muy lejos. Es suficiente con mirar a lo próximo, alrededor nuestro, para darnos cuenta de que en la sociedad se ha producido una desgana inconmensurable respecto a lo que se podía hacer si todos nos pusiéramos a empujar. Nos conformamos con lo que nos rodea.

Queremos mejorar solo en el tener más, en lo material. Mejor vivienda, una vida más holgada que nos proporcione mayores satisfacciones materiales aunque sean de un solo uso, de tomar y tirar, unas vacaciones imprescindibles para ponernos rojos por acción del sol de cualquier playa, acaso un poco de descanso en la montaña. Pero casi todo, como decimos, puramente material.

No es frecuente encontrar a quienes sienten la preocupación de formarse, de acaudalar cultura, de buscar experiencias que satisfagan el corazón, de disfrutar del placer de lo bello en sí, ya sea un paisaje, una obra de arte, un pensamiento, la acción de una persona, la entrega a una buena causa, el conseguir apreciar que se es más feliz viendo la felicidad en los otros a la que uno pueda disfrutar en sí mismo.

Por el contrario, cuando uno llega a encontrarse a gusto en el ambiente en el que desarrolla su actividad, se va dejando llevar por la vida cómoda y cada vez halla más encanto en las palabras que surgen por diferentes lugares respecto a que hay que aprovechar la holganza que se nos ofrece, que hay que pedir más, se desea más, no siendo necesario que nosotros pongamos algo para compensar lo que recibimos,...

....pues hay un estado al que se le puede exigir todo aquello que se nos ocurra sin pensar de dónde han de surgir los medios para darnos satisfacción, llegando a rumiar que si se puede vivir a costa de ese estado habrá que aprovecharlo lo más posible pues, como dijo la ministra, «el dinero público no es de nadie», y si lo dijo Carmen Calvo, que estudió tanto y consiguió alcanzar tan altas metas, alguna razón ha de tener y cabe suponer que debe saber cantidad del tema, no hay por qué ponerlo en duda..

Esa dejadez ya viene de antiguo sin que apenas nos demos cuenta. Lo pudimos ver claramente a partir de 1931, cuando dio su cara el comunismo-marxismo y los españoles se lanzaron a la calle con cantos y banderas, pues había llegado el momento de disfrutar de todo y sin que nos costara nada.

Mas tuvo que llegar un momento en el que la España de entonces apreció lo que se venía encima y tuvo que enfrentar de cara el problema, enzarzándose en una guerra entre hermanos que produjo muchas muertes, la ruptura de la convivencia, el odio injustificado hasta entre hermanos, la destrucción, dolor de propios y extraños, mucho dolor. Tras una ruina en todos los aspectos, que no favoreció a nadie, se produjo un corte radical al finalizar el enfrentamiento. Los españoles, con esfuerzo y tesón, volvieron a tomar el camino de su historia, y, durante no pocos años, dio la impresión de que se había alcanzado un éxito casi total.

La máquina del progreso se puso en funcionamiento, los españoles se empeñaron en salir adelante, lo que fueron consiguiendo prácticamente sin la ayuda de nadie, había ansia de trabajo sin mirar horas, había una ilusión inmensa de ir viendo cómo cada día era mejor que el anterior, se iba reconstruyendo el país, los campos volvían a florecer, nacían fábricas de las que salían productos nunca pensados, se iban obteniendo avances sociales, había una escalada sostenida de la población general, iba surgiendo una clase media digna cada vez más acomodada, las filtraciones se iban produciendo en la cultura, en la forma de vivir, en las ideas, en la enseñanza y hasta en la fe que había sido uno de los motores con los que contó la mayoría de la población.

Mas poco a poco fue surgiendo el ansia de caminar más deprisa porque en el mundo, tras la Segunda Guerra mundial, al reconstruirse los países que la sufrieron, surgían nuevas ideas, los movimientos sociales avanzaban a gran velocidad y quizá entre nosotros se había instalado la máxima de Albert Einstein: «Vemos la luz del atardecer anaranjada y violeta porque llega demasiado cansada de luchar contra el espacio y el tiempo».

Es decir, las nuevas generaciones iban desconociendo lo que había motivado a los mayores e iban buscando nuevas conquistas, apreciaban nuevos horizontes por descubrir que no estaban en las generaciones anteriores, pues eran distintos a los que ellos tuvieron y consiguieron alcanzar.

Dice Victor Hugo que «En los ojos del joven arde la llama. En los del viejo brilla la luz». Y fue bueno y aconsejable el impulso que iba motivando a quienes habían nacido en la paz, tranquilidad y esfuerzo de los años posteriores a la guerra.

Pero con la nueva luz se fue oscureciendo la de la tradición, la de la historia, la de la cultura, la de los valores, las creencias… con nuevos destellos que transformaron todos esos puntos fundamentales para la convivencia del hombre y la sociedad.

Y ahí estamos. No sería malo reflexionar sobre las siguientes palabras de Miguel de Cervantes: «Fe es la virtud que nos hace sentir el calor del hogar mientras cortamos la leña». Conviene tener siempre presente el hogar, cosa que normalmente se olvida ahora cuando se está partiendo la leña.

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