Día ocho de septiembre, día de la patrona de Extremadura, en cuya iglesia hondean las banderas de todas las naciones hispanas, de la que también es Patrona…

Y los mexicanos le cantan “haz que mi patria esté sana de la maligna ambición..”. Todos sabemos a qué “ambiciosos” se referían –se refieren– nuestros hermanos mexicanos.

Y nosotros, hispanos, de Europa, también rezamos a la Virgen Guadalupana para que nos proteja de la ”maligna ambición” que corroe a los que que quieren romper la unidad de los hombres y las tierras de la España europea y, por ende, la ansiada e ilusionada vinculación de los pueblos hispanos de América y de Hispanoasia.

Muchos, al viajar por Hispanoamérica, o al pasear por nuestras propias calles europeas nos emocionamos al comprobar cómo los habitantes de más de 22 naciones tiene por lengua, por religión, por muchas costumbres las misma lengua, la misma religión y parecidas costumbres que nosotros, hispanos “de aquí”.

Sí, nos emocionamos, y, simultáneamente, nos indignamos al comprobar que regiones hispanas europeas, se rebelan contra la unidad de España y renuncian a ese gran ”proyecto de vida en común” que enunció hace un siglo Ortega y Gasset y que amplió José Antonio con su “unidad de destino en lo universal”, incluyendo en la participación de ese “proyecto” a todo el inmenso mundo hispano.

Fuera –y dentro– queda el mundo de los enanos.