Cuando el Estado entregó una provincia española.

3/02.- Rizal simplemente –y nada menos– no admitía que su tierra materna, Filipinas, siguiera siendo una colonia. Quería que se convirtiera en otra provincia de España, en una más.
Publicado en Gaceta de la FJA (FEB/2021). Abrir portada Gaceta de la FJA
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Cuando el Estado entregó una provincia española.

Sí, fue en febrero de 1976 cuando, ya muerto Franco, su sucesor, el jefe del Estado, Juan Carlos I entregó una provincia. No fue –por ahora– una provincia peninsular ni insular, pero sí una provincia con los mismos deberes y derechos que aquellas, poblada por españoles con los mismos derechos y deberes: el Sáhara Occidental.

El código postal de mi provincia es el 30; el del Sahara era el 53. Y no, no era una colonia...

Ahora, esporádicamente, y pese a los esfuerzos de la prestigiosa Orden de Rizal, cuya activa presencia dirige en España Federico Sánchez Aguilar, José Rizal, el mayor héroe filipino es tratado por algunos como de "traidor a España".

Grave injusticia que se ha mantenido durante todo el siglo XX y lo que va del XXI. Y todo, simplemente porque fue fusilado como traidor en 1896, por orden del general Polavieja, que había sucedido al general Blanco, considerado blando. Pero el doctor José Rizal, prestigioso médico oftalmólogo formado y especializado en España no era un traidor, sino que amaba profundamente a España, como amaba a su tierra, a Filipinas. Amaba a la España espiritual y trascendente que le sonaba como una lira; y amaba a su tierra físicamente –Filipinas– como emociona el sonido de una gaita que remueve sus sentimientos.

Ciertamente, en grave carencia de personas prestigiosas y formadas, la rebelión separatista tagala, especialmente el grupo terrorista Katipuman, centrada especialmente en la isla de Luzón, utilizó la emblemática figura de Rizal como bandera de su causa, utilizando torcidamente, algunas de sus frases patrióticas mas sin su consentimiento explícito.

Naturalmente, Rizal no era un conformista con la situación colonial que sufría Filipinas, horquillada entre potentes grupos masónicos, rebeliones moras y exigencias de las entonces prepotentes de órdenes religiosas, especialmente dominicas y franciscana, las cuales ejercían un gran poder en las comunidades indígenas.

Rizal simplemente –y nada menos– no admitía que su tierra materna, Filipinas, siguiera siendo una colonia. Quería que se convirtiera en otra provincia de España, en una más. Y señaló, como agravio a esa situación, que los territorios españoles de América no eran, ni habían sido nunca colonias, sino reinos o virreinatos, con idénticos deberes y derechos que la metrópoli europea.

Quería que entre las Españas de Europa y de América figurara también, en plano de igualdad la España filipina, la Hispano-Asia.

Su último gesto de fervoroso españolismo fue presentarse voluntario y viajar como médico en las fuerzas españolas que se dirigían a defender Cuba de las agresiones usacas, aunque lo encarcelaron durante ese viaje. Y, sin razón, lo fusilaron. Y, finalmente tras la injusta condena y el cobarde silencio de los peninsulares, escribe unos bellos poemas a su patria filipina:

"Y, cuando ya mi tumba, de todos olvidada,
no tenga cruz, ni piedra que marque su lugar,
deja que la are el hombre, que la esparza la azada,
que todas mis cenizas se vuelvan a la nada,
y en polvo de tu alfombra se vayan a formar".

En el momento del fusilamiento, colocado de espaldas y con los ojos vendados, pidió hacerlo de frente y sin venda. Le concedieron parte de sus deseos, quitándole la venda, pero al ser considerado como traidor (¡¡!!) siguió de espaldas... pero al oír la orden de ¡Fuego!, se volvió.

Era el 30 de diciembre de 1896 y murió de cara al sol.