¡No le censuréis!

7/11.- Esa ha sido la voz, casi unánime, gritada por la gran mayoría del Congreso de los Diputados, ante la propuesta de los ”52 discrepantes”.

Publicado en la Gaceta de la FJA, núm. 338, de noviembre de 2020.
Ver portada de la Gaceta FJA en La Razón de la Proa.

¡No le censuréis!

Esa ha sido la voz, casi unánime, gritada por la gran mayoría del Congreso de los Diputados, ante la propuesta de los ”52 discrepantes”. La infructuosa moción de censura presentada por VOX contra el presidente del Gobierno tenía asegurado su fracaso, tuviera o no razón, debido al todopoderoso dominio de las mayorías parlamentarias, ese argumento que supera y desborda –en el sentir demoliberal– a la propia verdad…

Y eso lo sabíamos todos, también los de VOX.

Pero, en sentido estricto de la moción, lo que pretendían es ”censurar” la gestión del presidente y forzarle a dimitir, como, en caso previo, le ocurrió al presidente anterior, de otro partido político.

Y, si en aquella ocasión todos los partidos mayoritarios consiguieron el cese del presidente, acusándolo de corrupción (cuestión “solo de dinero”, puesta parcialmente en duda en estos días, tras resolución judicial), en esta ocasión los señores diputados eran convocados para que, con su voto personal se opusieran a la censura; o bien ”pasaran” de la cuestión (absteniéndose); o alternativamente consideraran que el señor presidente merecía ser censurado por su mala gestión en el gobierno de la nación.

Arrolladoras cuestiones afrontadas por el Gobierno… con resultados nefastos, justificaban plenamente la presentación de la moción, la cual podía perfectamente ser asumida por “muchos”…

Entre otras muchas cuestiones “50.000 muertos nos contemplan”, y cuatro millones de parados le señalan.

La certeza de la derrota de la moción no justifica éticamente el tácito apoyo a una gestión que muchos consideran nefasta. Como informó al Rey el general español en la decisiva derrota de Rocroi: el éxito y el acierto podréis negarme, el esfuerzo y la dedicación no. 

Y continuando el símil épico, si los defensores de Numancia, o de Sagunto, o los habitantes de Móstoles hubieran valorado sus posibilidades de supervivencia, la Historia habría sido otra.

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