¡Ave, César!

24/07.- No quiero hacer creer que invito a una ronda por lo bien que lo ha hecho el chico de La Moncloa durante su estancia en Bruselas. No, por Dios. Mi voz se alza solo por completar el aplauso de los palmeros que lo recibieron el pasado martes cuando se incorporaba al consejo de ministros con paseíllo incluido...

Publicado en el Nº 333 de 'Desde la Puerta del Sol', de 24 de julio de 2020.
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¡Ave, César!

No quiero hacer creer que invito a una ronda por lo bien que lo ha hecho el chico de La Moncloa durante su estancia en Bruselas. No, por Dios. Mi voz se alza solo por completar el aplauso de los palmeros que lo recibieron el pasado martes cuando se incorporaba al consejo de ministros con paseíllo incluido, como si hubiera ganado la Champions League aplaudiéndolo a rabiar. Todos estaban contentos por lo bien que lo había hecho, por la labor desarrollada, por los éxitos conseguidos. Lo cierto es que, si juzgamos por las fotografías que nos han llegado, daba la impresión de que Pedro Sánchez andaba por allí como un intruso despistado.

Aparecía en las conversaciones sin mascarilla como si hubiera caído de un guindo cuando todos la llevaban, y cuando se la ponía se notaba que le faltaba un detalle: que en la misma apareciera la bandera de su país, como lo llevaban los demás; no portaba un papel como si no tuviera que consultar nada ni tomar nota alguna durante las discusiones de aquellos luchadores a muerte como si fueran canes pil bull bien amaestrados, todo lo más mantenía en la mano un boli como si, a falta de mayor interés, quisiera tamborilear con él sobre las mesas en momentos de aburrimiento; en las reuniones de grupo se le veía feliz por estar en tan grata compañía, pero con la misma sonrisa de siempre, sin un gesto que indicara que él iba a solucionar todos los problemas como cuando nos habla por la tele; y si aparece en algún coloquio personal se aprecia que está como compungido, pidiendo disculpas, como es el caso de la charla con el holandés Rutte, donde da la impresión de que lo está recibiendo un rapapolvo de mucho pistón, no sabemos si por ir sin mascarilla (el holandés la llevaba) o por haber intentado meter baza donde nadie lo llamaba.

Lo cierto es que daba la sensación de que a los fotógrafos no les movía el menor interés de recogerlo en sus cámaras. Y para una vez que recibimos información de una intervención suya en una cena es a través del Financial Times, cuyo corresponsal pone de manifiesto que Pedro casi consigue cargarse la cumbre europea por el enfado de la premier finlandesa, socialdemócrata como él, al responderle a una impertinencia, «tenemos líderes alrededor de esta mesa que de la nada pasaron a 350.000 millones. ¿Qué hiciste tú? Nos hemos movido, ahora es tu turno». Y es que no se puede tildar a los países «frugales» –como los han denominado– que han hecho bien su trabajo de no cubrir el despilfarro de los que no han sabido sacar adelante sus castañas. Menos mal que allí estaban Macron y Merkel que consiguieron templar gaitas, aunque la intempestiva intervención de Pedro dio lugar a que España perdiera 5.000 millones de la asignación a fondo perdido y recayera sobre nosotros un costo de 6.000 millones extra para el presupuesto europeo. 

Este magnífico resultado era más suficiente para que en el Parlamento se volviera a producir el ¡Ave César! de parte de la afición, mediante aplausos y puesta en pie. ¡Qué cosas! Porque, para más inri, cuando se ponen a tratar los temas que han de estudiar con lupa a fin de que pasen por los controles de la Unión Europea, de acuerdo con la exigencia de los países frugales, tiran por lo alegre y se olvidan los consejos recibidos respecto a la cuestión de gastar el dinero, pues si no cumplen lo establecido, ni un duro que decíamos antiguamente.

Y claro, como las propuestas económicas son las que produce la clara mente economicista de Pablo Iglesias, los diputados sensatos no tuvieron más remedio de que decir que nones, que había que tomar otro camino. Lo que llevó, lógicamente, a tildar a la derecha y «ultraderecha» de no colaborar con el Gobierno para solucionar los problemas de España, de no ser «gente de Estado» y toda la retahíla de insidias y celadas que habitualmente utilizan por no colaborar con los ojos vendados en sus manejos de no invertir el dinero en lo práctico sino en tirarlo en lo innecesario como vienen haciendo. Porque, como si no hubieran leído los acuerdos e interpreta-do su intención, son capaces de seguir los criterios de Pablo Iglesias que ufanamente manifestó con toda alegría que «el acuerdo europeo permite afrontar la crisis sin recortes». Complementándolo el propio Pablo, en otro momento, al dar la receta de que lo que hay que hacer es «salir del euro, suspender el pago de deuda y nacionalizar la banca». ¡Y no le pasa nada!

Estás simplezas se han producido en el Parlamento a pesar del repaso dado a Pedro Sánchez en la cumbre europea por parte de los dirigentes de los países frugales que le conducen directamente a modernizar el mercado laboral cargándose la contrarreforma de Pablo, tocar los impuestos (que Dios nos tenga confesados) y arreglar el gasto público; pues ni así: el presidente del Gobierno sigue escuchando a Pablo, sin ponerlo en la calle con la indemnización de 33 días por año trabajado que es lo que legalmente debería corresponderle, no porque hubiera hecho méritos para ello. Y aunque Pedro, después de los repasos con escoplo de los que partían el bacalao en Bruselas, debería venir convencido de que es un iluso y un holgazán, sigue sin darse cuenta de que, sin cumplir las condiciones impuestas, y para el uso previsto, no va a conseguir ese porrón de miles de millones que nos pueden caer, unos a fondo perdido y otros como préstamo. En cambio, tranquilamente, sin aparentemente inmutarse, o sin reaños para tomar decisiones, se rinde al órdago de Pablo Iglesias de no negociar los presupuestos con el PP. La verdad es que estamos en un país de desequilibrados.

Intentaremos pasar el fin de semana de forma tranquila, ocupándonos de vencer al calor por medios más o menos técnicos, sin olvidar el antañón sistema del botijo, que, ya sabemos sobradamente, es de lo mejor que se ha inventado para refrescarse, lo que viene a confirmar que hay que tener en consideración las cosas de antes, los inventos que vienen arrastrando siglos, las costumbres que conforman la base de la sociedad, los valores naturales que se desprenden de las enseñanzas de Jesús de Nazaret, y que dos más dos son cuatro a pesar de lo que pueda llegar a decir el álgebra cuántica.

Y, por supuesto, si la bolsa está vacía de ella no puede salir nada, como decía aquella abuela que antes teníamos y que ahora no encontramos porque quizá se ha perdido por una residencia o la hemos dejado abandonada a su suerte en la soledad. Por todo eso, no terminamos de ver esa «república plurinacional y solidaria» que Pablo Iglesias ve en el horizonte. Por mucho que se empeñe, hay cantidad de gente, de españoles, que lo consideramos un iluso que se engaña a sí mismo y pretende hacerlo con los demás. Lo malo es que sus fantasías nos cuestan muy caras y nos hacen ir para atrás. 

Hablando de fantasías traemos hoy un botijo tradicional pero que ha sido idealizado por Isa Muguruza. La imaginación nos lleva a estos extremos; si no hacen daño, que pase, pero si resultan dañinos hay que arrancarlos, no es suficiente segarlos de raíz. Y como nos topamos con unas fotografías de la asistencia de la familia real en el teatro romano de Mérida disfrutando de Antígona, de Sófocles, algo mejor que las películas de Almodóvar, y otros, brindemos con nuestro botijo guay de hoy.


 

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