SEMBLANZAS
Un legado que perdura
Es cierto la gran admiración que tenía José Antonio por Federico García Lorca, como poeta, pero de su íntima amistad no hay nada demostrable. Todo son conjeturas interesadas.

El mito más perdurable de la Guerra Civil quizá sea la figura emblemática de Federico García Lorca, ejecutado a comienzos de la guerra en el pueblecito granadino de Viznar, y que ha sido objeto de notables biografías por parte de Vila Sanjuán, Ian Gibson o Eduardo Fajardo.
Nacido en Granada en 1898 fue un genio precoz, y naturalmente dotado para la composición lírica, se distinguió por su gran sentido rítmico y plástico. Estudió Derecho y Filosofía y Letras. Desde 1919 residió en Madrid. En 1930 visitó Estados Unidos, y al año siguiente fue codirector de La Barraca, grupo universitario que popularizó el teatro clásico español llevándolo por los pueblos más recónditos de Españas
Su figura cosechó una amplia difusión por su labor como conferenciante y también como recitador de sus propios poemas, que algunas veces acompañaba con el piano.
Poéticamente se le adscribe en la llamada Generación del 27 junto a Rafael Alberti, Jorge Guillén, Manuel Altoaguirre, Miguel Hernández, Luís Cernuda, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre o Gerardo Diego, los cuales, como todas las capas sociales de España, se dividirían trágicamente al estallar la guerra civil
Su obra es objeto de ininterrumpidos estudios, comentarios y polémicas. Su poesía incluyó:
Canciones (1927), Romancero Gitano (1928), Poema del Cante Jondo (1931), la elegía Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías (1935) o Primeras canciones (1936).
Su teatro asume caracteres de un esfuerzo escénico opuesto al convencionalismo burgués. A veces, la reducción del pueblo a símbolos de temas abstractos (odio, superstición, sometimiento) perjudica sus obras teatrales, por la interpretación académica excesivamente esquemática que puede dar.
Su teatro poético, en el cual el desarrollo argumental está entreverado de momentos líricos, que reasumen en un instante el pathos general de la obra, incluye:
El maleficio de la mariposa, Mariana Pineda, Bodas de sangre, Yerma y Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores. Pero quizá sea en La casa de Bernarda Alba donde Lorca demostró la plenitud de su madurez como dramaturgo.
De carácter abierto, y aunque personalmente jamás fue miembro de ningún partido político, su cuñado Fernández de Montesinos era el alcalde socialista de Granada, y tenía bastantes conocidos entre los intelectuales de izquierdas.
Ante los rumores de un alzamiento militar y sin que ninguna de las versiones que se han barajado me convenza, decidió abandonar Madrid y trasladarse a la finca que sus padres tenían en Granada en la Huerta de San Vicente. Tras el alzamiento, en Granada se vivieron momentos trágicos, y solo tras dura resistencia los nacionales pudieron estabilizar la situación.
El 9 de agosto, se produjo un registro en la Huerta de San Vicente. Lorca fue incordiado e insultado por los asaltantes, lo que haría que días después, según la versión del poeta falangista Luís Rosales, que nadie discute, la familia de García Lorca, ante el temor de que fuera detenido, barajó dos posibles soluciones. La primera pasarse al campo republicano, que Lorca desechó. La segunda salir de España acompañando a Manuel de Falla, a lo que este, sin saberse todavía los motivos, desautoriza.
Ante esos escollos, Luís Rosales ofreció refugiarlo en casa de una tía suya, que tenía su casa pared con pared con la de sus padres, a lo que García Lorca accedió. Allí permaneció hasta su detención.
Sobre cómo ocurrió hay varias versiones, a veces contradictorias. Si nos atenemos a lo dicho por Ruiz Alonso, quien fue el que la llevó a cabo, a Luís Rosales, se produjo por una orden escrita de Nicolás Velasco Simarro, teniente coronel de la Guardia Civil. ¿Por qué motivos? Se ignora, porque la orden nunca se ha encontrado.
Lo evidente es que la detención no fue algo espontáneo sino premeditado, como evidencia el importante dispositivo policial dispuesto para llevarla a cabo. Varios testigos certifican la existencia de numerosos guardias armados tanto en la calle como en los tejados de la zona, así como que la acción fuese realizada a plena luz del día.
Franco, en una entrevista concedida en 1937, al ser preguntado por el fusilamiento del poeta respondería:
«Lo cierto es que en los momentos primeros de la Revolución en Granada, ese escritor murió mezclado con los revoltosos; son los accidentes naturales de la guerra. Granada estuvo sitiada durante muchos días, y la locura de las autoridades republicanas, repartiendo armas a la gente, dio lugar a chispazos en el interior, en alguno de los cuales perdió la vida el poeta granadino. Como poeta, su pérdida ha sido lamentable».
Tras su detención, Ruiz Alonso llevó a Lorca al Gobierno Civil la tarde del 16 de agosto de 1936. Allí pasó sus últimas horas hasta que fue trasladado a Víznar, donde sería fusilado. Miguel Rosales afirmó hace años que acompañó a Lorca al Gobierno Civil desde el momento de su detención. Estuvo con él también en sus primeros minutos en el edificio, tratando de evitar que lo maltratasen.
Así, confesó a Agustín Petón:
«A muchos se les daba allí unas palizas brutales. Había una habitación destinada a interrogatorios. Yo no quería que Federico pasase por aquello y podía conseguirlo. Ya en el Gobierno hablé con algunos amigos, me prometieron que no le golpearían, me lo prometieron. Y pasamos de largo por delante del cuarto donde se les pegaba. Al menos lo salvé de eso».
Luís Rosales, que se presentó en el Gobierno Civil avisado por su hermano, relató en La Clave, de TVE, que se enfrentó violentamente con Ruiz Alonso y que exigió la liberación de Lorca. Nada consiguió, excepto que fuera inculpado como insurgente, acusación grave entonces y que pudo evitar debido a la intercesión un alto cargo militar, a petición de Narciso Perales Herrero, jefe territorial de la Falange granadina.
A partir de ese momento, lo sucedido a García Lorca es un misterio todavía a día de hoy. Conducido a Viznar, allí sería fusilado, sin haberse encontrado donde fue enterrado. A partir de aquí, los escritos de los investigadores lorquianos se llenan de argumentos, a veces coincidentes, a veces contradictorios y a veces complementarios, porque al no haber documentación fiable, todo se base en testimonios personales.
¿Quién dio la orden de su fusilamiento? A estas alturas todavía no se sabe con certeza. La única certeza fue su trágica muerte. Porque las versiones que circulan no me convencen.
¿Partió su ejecución por parte del teniente coronel Simarro por odio al poeta? Otra versión es que cuando el gobernador civil Valdés Guzmán, verdadera alma del levantamiento en Granada, le preguntó a Queipo de Llano, por teléfono, qué se tenía que hacer con García Lorca, la contestación había sido: «Dale café, mucho café». Actualmente ningún historiador riguroso mantiene esa versión, entre otras cosas, porque las comunicaciones telefónicas estaban cortadas.
Tanto Narciso Perales Herrero como Dionisio Ridruejo, mandos de Falange y admiradores de Lorca, señalaron en su momento que para ellos el fusilamiento de Lorca no solo fue un inmenso error sino una actuación contra la Falange por parte de elementos derechistas de Granada.
Patricio González Canales, jefe de las Milicias falangistas de Granada, achaca toda la responsabilidad a los militantes de la CEDA, Ruiz Alonso y José Luís Trescastros, que odiaban todo lo que representaba García Lorca y la Falange. En el caso de Ruiz Alonso había intentado ingresar en la Falange, pero José Antonio Primo de Rivera lo había vetado. Le llamaba despectivamente “el obrero amaestrado”.
Dicho lo anterior, es ridículo que todavía haya historiadores que ubiquen tanto a Ruiz Alonso como a Trescastros en la Falange. Hay que recordar que estamos en agosto de 1936, y que la unificación de todos los partidos que apoyaron el alzamiento, la CEDA, Renovación Española, La Comunión Tradicionalista o la Falange, se produjo en abril de 1937, que daría paso a lo que se denominó FET de las JONS.
Creo, como Ian Gibson, que Luís Rosales y sus hermanos hicieron todo lo posible por ayudarle, pero las especiales circunstancias del momento hacían que cualquier intento de apoyar a un sospechoso era arriesgarse a ser conducido a la cárcel o al paredón.
¿Por qué se asesinó a Lorca? Aparte de los divulgados trabajos de los historiadores mencionados, últimamente han aparecido otros interesantes estudios e interpretaciones sobre el tema.
Según el historiador Miguel Caballero Pérez autor del libro Las trece últimas horas de Federico García Lorca se trataba de «un crimen, una vendetta en familia». El historiador explica que la obra La Casa de Bernarda Alba...
...«es una venganza literaria hacia la familia Roldán (parientes de los García Lorca) producto de 75 años de rencillas personales».
Miguel Caballero Pérez analiza así los mitos acerca del asesinato del poeta:
«Lo que se ha hecho y se sigue haciendo es una apropiación indebida por parte de la izquierda de la persona de Lorca, porque Lorca jamás militó en ningún partido político ni de izquierdas ni de derechas: sus amistades iban desde el amplio espectro del falange hasta las izquierdas».
Y en cuanto a los que formaron el pelotón de fusilamiento señala:
«Habría que reflexionar sobre los ejecutores, que no eran individuos refinados, ni cultos, ni personas dadas a plantearse problemas de índole interna, moral. No se planteaban nada, salvo el cumplimiento de las órdenes. Seguramente actuaron creyendo que lo que hacían formaba parte de su deber en la sublevación, y las ejecuciones no les planteaban grandes problemas de conciencia. Aquel cometido formaría parte de lo que se denominaba «cumplimiento del deber». Antes de la sublevación no habían sido asesinos, y en los años posteriores (…) tampoco lo fueron. Cumplieron su función en las fuerzas de orden público. (…)».
Es importante distinguir la calificación de Miguel Caballero entre asesinos y ejecutores. Más bien eran lo segundo. Incluso algunos de ellos actuarían por miedo a negarse a acatar órdenes. La vida de cada día enseña efectivamente que hay personas que no se plantean cuestiones de "índole moral", según aduce Miguel Caballero; los especialistas —cabe añadir— las denominan en nuestros días "idiotas morales".
Esta tesis es confirmada por Luis E. Togores del Instituto CEU de estudios históricos:
«En la actualidad sabemos por qué se asesinó a García Lorca en verano de 1936: no fue asesinado por ser de izquierdas ni por ser homosexual. Fue asesinado por motivos de una vieja disputa familiar que se prolongaba por más de medio siglo. Los García Lorca estaban enfrentados con sus familiares los Roldán y los Alba por motivos económicos, familiares y de poder en la vida granadina. La guerra civil fue el escenario ideal para ocultar un asesinato que nada tenía que ver con lo que se estaba dilucidando en los campos de batalla de España».
Soy escéptico de que algún día se sepa la verdad sobre su muerte. Y en cuanto a su paradero, opino lo mismo.
Señalar, por último, que es cierto la gran consideración que tenía José Antonio de Lorca como poeta, pero de su amistad con él no hay nada demostrable. Todo son conjeturas interesadas. Y al respecto, y sobre el tema, nada mencionan en sus memorias, y tenían que saberlo, Ramón Serrano Suñer, Pilar Primo de Rivera o Dionisio Ridruejo. Tampoco dice nada Ximénez de Sandoval, en su Biografía apasionada de José Antonio, ni Agustín de Foxá, en Madrid de Corte a checa.