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‘Operació Urnes’: farsa y licencia de una clase política indigna

La intrahistoria del ‘procés’, y más concretamente del ‘referéndum-butifarrendum’ del 1 de octubre de 2017, presenta con toda crudeza los perfiles de una clase política sin alma, sin brío y sin verdad, a uno y otro lado de la línea divisoria entre españoles y entre catalanes.

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‘Operació Urnes’: farsa y licencia de una clase política indigna

‘Operació Urnes’: farsa y licencia de una clase política indigna

Leo, entre divertido y cabreado, un extracto del libro ‘Operació Urnes’, editado por ‘Columna’, cuyos autores son Laia Vicenç y Xavi Tedó, periodistas del ‘Ara’.

  • En él se cuentan las peripecias que protagonizó un tal Lluis Pericós (al parecer, un seudónimo), como agente comprador, en China, de las urnas que se utilizaron finalmente en el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017. Operación que fue contando con un personal creciente a medida que se fueron cubriendo las distintas etapas de la misma: compra, traslado en barco hasta Marsella, distribución en distintos almacenes en Francia, nueva distribución en otros almacenes en Cataluña, y reparto final de las mismas entre los presuntos ‘colegios electorales’ (2.243), pocas horas antes de iniciarse la ‘votación’.
  • Todo fue hecho en el mayor de los secretos, a pesar del gran número de participantes del operativo, y a fe que les salió bien, aunque no sabremos nunca si el aparato de investigación del Estado llegó a poseer más información de la que se ha dicho y que interesadamente no se desveló. Sospecha, por cierto, muy razonable.

Digo que me he sentido divertido leyendo el resumen del libro aludido, porque sus autores narran los hechos con el punto de aventura de, por ejemplo, un D’Artagnan en misión secreta para recuperar los herretes que Luis XIII de Francia había regalado a su mujer, Ana de Austria, y de los que ésta, a su vez, había hecho merced a su amante el duque de Busckinghan.

  • No me duelen prendas en decirlo. Y añado, además, que no me extraña en absoluto que la rocambolesca manera de cómo se ‘cocinó’ la intrahistoria del llamado por unos catalanes ‘referéndum’, y por otros catalanes ‘butifarrendum’, quede en el imaginario colectivo de los primeros como una gloria cuasi épica.
  • Es lo normal, en un colectivo que ha demostrado, muchas veces, que valora la estética (es decir, el mito; es decir, la imagen; es decir, la publicidad; es decir, el marketing; es decir, la fabricación de sentimientos) por encima de la ética.

Pero digo que me he sentido también cabreado. Profundamente cabreado.

  • Porque el Estado, una vez más (¡y van!…), con gobernantes palurdamente temerosos al frente, con gobernantes en que lo traicionero se disfrazó de prudencia, con gobernantes que faltaron paladinamente a su deber de hacer cumplir la ley y restaurar el orden previniendo antes que suturando, con gobernantes que escudaron su inepcia teniendo como rehén al pueblo… pudieron atajar la aventura-farsa, cortarla de raíz, y no lo hicieron, con grave ofensa a su deber primero.
  • ¡Y los presuntos gobernantes de hogaño están siguiendo el mismo camino, sólo que aumentado, porque todo apunta a que van a consumar una nueva traición, que va a dejar pequeña a la de los otros!

Me subleva, sobre todo, que estos gobernantes de pacotilla, unos y otros, mantengan al pueblo como rehén. Porque tenerlo en tal estado es permitir que poco a poco, pasito a pasito, taimadamente, con zorruna alevosía, se vaya cociendo una guerra civil larvada que puede pasar de la noche a la mañana a guerra civil declarada mientras ellos se dedican a sus componendas y amaños.

  • Porque tenerlo en tal estado es disponer de los hombres y mujeres que integran las fuerzas de orden –y, ¡ojo!, también a los propios alborotadores– como gladiadores-marionetas enfrentados entre sí, en tristes espectáculos de cuerpo a cuerpo, mientras ellos ramonean en los prados de las ventajas personales.
  • Y porque tenerlo en tal estado es jugar con engañosas elucubraciones sobre conceptos ilusorios como ‘nación’, que están tan vacíos de contenido como henchidos de falsedad, y que sólo sirven para perpetuar el engaño y los enfrentamientos estériles y dolorosos.

En fin… Esta es una hora triste de España y de Cataluña. De esa Cataluña que se alimenta de quimeras, y de esa España que, teniéndolo todo para la felicidad de sus hijos, es usada como puta vieja por políticos indecentes.


 

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