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La 'idílica' Segunda República.

Clara Campoamor, republicana, liberal, progresista,... en su libro La revolución española vista por una republicana, describe con conocimiento de causa y objetividad sobre lo que fue aquella la Segunda República y sus consecuencias.

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En primer plano Clara Campoamor. Tras ella la portada de su libro "La revolución española vista por una republicana".
La 'idílica' Segunda República.

La idílica segunda república


El pasado 14 de abril se celebró el 90 aniversario de la Segunda República. Pedro Sánchez refirió en sede parlamentaria su proclamación como uno de los hitos que convirtió a España en «un gran país».

El portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, Pablo Echenique, también ensalzó las virtudes republicanas en este aniversario, afirmando: «Esto es lo que tenemos enfrente, odio, mentiras, violencia... lo contrario a la ilustración y los valores republicanos». La representante de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, a su vez, defendió los valores de «justicia y libertad» de la Segunda República.

Afirmaciones todas ellas, evocadas por republicanos del siglo XXI que añoran con pasión aquella República de 1931. Aunque la pregunta es: ¿Qué añoran?

Lo que sucedió con la sustitución de la monarquía de Alfonso XIII son hechos fehacientes recogidos incluso en el Diario de Sesiones del propio Parlamento español y en numerosísimas obras de diversos historiadores de ideologías plurales.

Un relato descriptivo de estos hechos los podemos leer en la obra La revolución española vista por una republicana escrita por Clara Campoamor, entusiasta de la llegada de la república del 1931, republicana, liberal, progresista y miembro del Partido Radical de la época.

En el capítulo I de dicha obra, titulado: El horizonte en julio del 1936 hace una detallada descripción de lo sucedido durante la Segunda República, tan idolatrada por los representantes de la izquierda de las actuales Cortes españolas. Clara Campoamor la cuenta en su obra de la siguiente forma:

«Al haberse impuesto definitivamente los métodos anarquistas desde la mitad de mayo hasta el inicio de la guerra civil, Madrid vivió una situación caótica: los obreros comían en los hoteles restaurantes y cafés, negándose a pagar la cuenta y amenazando a los dueños cuando aquellos manifestaban su intención de reclamar la ayuda de la policía. Las mujeres de los trabajadores hacían sus compras en los ultramarinos sin pagarlas, por la buena razón de que las acompañaba un tiarrón que exhibía un elocuente revólver. Además, incluso en pleno día y hasta en el centro de la ciudad, los pequeños comercios eran saqueados y se llevaban el género amenazando con revólver a los comerciantes que protestaban.

¡La guinda de ese encantador caos la constituían cinco o seis bombas de dinamita que cada día los huelguistas colocaban en edificios en construcción para hacerlos saltar por los aires!

Se ocuparon tierras, se propinaron palizas a los enemigos, se atacó a todos los adversarios tildándolos de “fascistas”. Iglesias y edificios públicos eran incendiados, en las carreteras del Sur eran detenidos los coches, como en los tiempos del bandolerismo, y se exigía a los viajeros acción en beneficio del Socorro Rojo Internacional.

Con pueriles pretextos organizaron matanzas de personas pertenecientes a la derecha. Así, el 5 de mayo se hizo correr el rumor de que las señoras católicas y sacerdotes asesinaban niños regalándoles caramelos envenenados. Un ataque de locura colectiva se apoderó de los barrios populares y se incendiaron iglesias se mataron sacerdotes y hasta vendedoras de caramelos en las calles. En el barrio de Cuatro Caminos fue horriblemente asesinada una joven francesa profesora de escuela.

Una locura colectiva semejante se había apoderado de la chusma en 1830 cuando, con ocasión de una epidemia de cólera, la ralea acusó a los frailes de haber envenenado las fuentes públicas. Pero en aquel momento al menos había un dato cierto: que se veía caer muerta de golpe a la gente, víctima de un mal cuyo origen se ignoraba. Mientras que esta vez no se había señalado con certeza ningún caso de niño muerto.

Estos hechos fueron denunciados en el Parlamento y aquí la lista de actos violentos, tal y como se imprimió en el Diario de Sesiones sin que el Gobierno los negara.

Hechos acaecidos en plena paz y bajo el ojo indiferente de la policía, entre el 16 de febrero y el 7 de mayo de 1936, es decir, a los tres meses de gobierno del Frente Popular:

  • Saqueo de establecimientos públicos o privados domicilios particulares o iglesias 178
  • Incendios de monumentos públicos establecimientos públicos o privados iglesias 178
  • Atentados diversos contra personas de los cuales 74 seguidos de muerte 712.

He aquí la situación en la que se encontraba España tres meses después del triunfo del Frente Popular. Si el gobierno se mantuvo pasivo es porque no podía tomar medidas sin dislocar el Frente Popular.

En cuanto a los partidos de derecha, un exceso de prudencia les llevó a silenciar a sus propios diputados. Sin embargo, el Sr. Calvo Sotelo denunció esos hechos ante las Cortes en un famoso discurso. Aquel acto le costaría la vida.»

Son relatos descriptivos, escritos en aquellos momentos históricos, sin sesgo, realizados por una diputada por la circunscripción de la ciudad de Madrid en las elecciones de 1931, abogada, escritora y defensora de los derechos de la mujer española, que, con su lucha política, logró el sufragio femenino, es decir, el derecho de la mujer a votar y a ser elegidas para desempeñar cargos públicos.

Visto como describe la Segunda República Clara Campoamor: ¿a qué “ilustración y valores republicanos”, hace referencia Podemos?, ¿a qué valores de "justicia y libertad" hacen mención los seguidores de Arnaldo Otegi?, ¿de qué “hito” habla Sánchez?

A todos ellos, y demás idealistas de la Segunda ​República, les convendría leer con detenimiento y reflexión la obra referenciada de Clara Campoamor, para poder hablar con conocimiento de causa y objetividad sobre lo que fue aquella República y sus consecuencias. La parte preocupante, es que haya quien crea las falacias explicadas por los representantes del pueblo a los que hemos hecho referencia anteriormente, pero como dijo Antonio Machado: «En España, de cada diez cabezas, una piensa y nueve embisten».


Fuente: Campoamor, C. (2018). La revolución española vista por una republicana. (6ª edición). Sevilla. España: Ediciones Espuela de Plata.


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