OPINIÓN

Al diablo con la pancarta

La nueva colaboración entre moral y robótica determinará si en las próximas décadas la inteligencia artificial laborará a favor de la cultura de la muerte o de la vida.


Publicado en primicia en el digital La Razón (Andalucía) el 29/03/2021. Enviado posteriormente por su autor a La Razón de la ProaRecibir actualizaciones de La Razón de la Proa.

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Al diablo con la pancarta

Al diablo con la pancarta


Que los filósofos morales ya trabajaban con los científicos sanitarios en la bioética era algo de sobra conocido. También suman esfuerzos en cómo afrontar el padecimiento del dolor crónico. Más novedosa es su colaboración con los ingenieros en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA). Pese a lo extenso del catálogo de colaboraciones, puede que el desarrollo de los vehículos sin conductor resulte el ejemplo más ilustrativo. La moral está presente en el diseño de los algoritmos y órdenes que deben resolver si ante un accidente mortal probable, el vehículo «debe decidir» si continuar y atropellar a un grupo de personas con una probabilidad de causar un daño de valor «X» o descarrilar y provocar un daño «Y» a los ocupantes.

Si el diálogo entre la fe y la razón fue la vía en la que los moralistas desbloquearon la enmienda a la totalidad que les hizo el enciclopedismo, la nueva colaboración entre moral y robótica determinará si en las próximas décadas la IA laborará a favor de la cultura de la muerte o de la vida. De aquí que no cesen en su empeño quienes quieren desalojar a la moral hasta del último recóndito lugar de nuestras conciencias individual y colectiva. «Tomen la educación y la cultura, y el resto se dará por añadidura», así se expresaba el italiano Antonio Gramsci a quien tanto debe el socialismo. Lo recordaba Nicolás Maduro a través de su cuenta en Twitter; «(Gramsci) guía con su moral y pensamiento para construir el modelo que salvará a la humanidad; el Socialismo».

Consciente de esa batalla cultural la Universidad católica CEU San Pablo ha modificado sus enseñanzas y desde el próximo curso profundizará en algunos de sus grados en un conocimiento antropológico, ético, histórico y literario que contribuirá a una formación sólida humanística de sus alumnos. Cuando esa formación ética alcance de lleno también a las tecnologías que pilotan la revolución industrial 4.0 habrá ayudado a decenas de profesionales a manejarse con un bagaje que molestaría mucho al difunto Gramsci y al presidente Maduro.

El movimiento de la Universidad CEU San Pablo se suma a otras universidades católicas como la Universidad de Deusto– que también imparten formación ética de manera transversal en sus grados. Sin embargo, el hueco abierto en las escuelas de negocio en este tipo de formación es muy grande, quizá a excepción del IESE gracias a la influencia de Domènec Melé, titular de la Cátedra de Ética Empresarial. Esta orfandad formativa no es fácil de explicar habida cuenta de que en la gestión de personal de empresas muy punteras ya se trabaja con indicadores de «felicidad» de sus trabajadores. Estos indicadores muestran que la comunidad empresarial valora mucho y bien medidas orientadas a humanizar el desempeño de las responsabilidades de cada cual.

Navarra y las provincias vascas tienen un incipiente pero esperanzador recorrido con el que denominan «modelo inclusivo participativo» a partir de la experiencia de la Fundación Arrizmendarrieta, que lleva el nombre del fundador del Grupo Mondragón. Pero aparte de las anteriores apuestas educativas que lo son en el ámbito de la enseñanza privada, el debate entre IA y moral se pierde por esta última las más de las veces por incomparecencia; por ausencia de formación en esta materia en los profesionales. 

Con su estilo directo, Miguel Ángel Quintana, posiblemente el filósofo español de mayor influencia mediática en la actualidad, señalaba esta debilidad cuando se refería a este tuit: «Mi hija ha vuelto a sacar un 10 en Religión y sigue confundiendo a Moisés con Pilatos». Para Quintana el tuit recuerda qué es lo que ocurre cuando las clases de Religión están más orientadas a hacer murales o pancartas por la paz mundial y contar con el mayor número de alumnos posible, antes que instruir. Si con esta endeble formación se tiene que diseñar el algoritmo de un nano robot, no cabe duda que Gramsci le enviaría desde su tumba un mensaje sicofónico de felicitación a toda la Iglesia.

El diablo o el mal no es una hipérbole religiosa, está en una partida de vacunas que se roba, en una empresa que descarta la humanidad en el trato a sus empleados, en el empleado que intenta vendernos un producto con tara aún a riesgo de nuestra salud o en quien practica y encubre la pederastía. El nano robot que nos acabaremos tragando en breve como parte de un tratamiento médico, podrá o no estar libre de la tentación de diseñarnos la muerte a medida, dependerá del acuerdo entre la moral y la tecnología.

Al diablo no se le espanta ni con murales ni con pancartas. Se vence con capacidad de discernimiento, apertura de mente y conciencia de su existencia. Aún se representa en algunos de los misterios de esta Semana Santa confinada, pero si hacemos caso al pensador Rafael Sánchez Saus, ya ha dejado de estar no sólo en la convicción social mayoritaria, sino también en la de los propios cristianos.


Envío: Para Antonio en su batalla, que es la mía. Que es la nuestra.