NUESTRA MEMORIA

Rehabilitar la verdad histórica.

Vivimos malos tiempos para la verdad, muy malos. La mentira y la manipulación interesada de la historia, siempre en el mismo sentido político, es una constante que impide al común de los ciudadanos conocer la verdad de los hechos.


Publicado en primicia en Sevillainfo el 10/04/2019.

Recogido por la revista Gaceta de la FJA de JUN/2019. Ver portada de Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Recibir actualizaciones de LRP.​​​

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Pedro Muñoz Seca, José Calvo Sotelo y Ramiro de Maeztu, tres víctimas del sectarismo criminal.
Rehabilitar la verdad histórica.

Rehabilitar la verdad histórica


La mentira y la manipulación interesada de la historia, siempre en el mismo sentido político, es una constante que impide al común de los ciudadanos, aquellos que no tienen tiempo o interés, conocer la verdad de los hechos, despojados de tendenciosidad y maniqueísmo.

Aquellos que solo se informan a través de las televisiones de mayor audiencia, copadas por la izquierda (favor que le debemos al nefasto Rajoy y su camarilla), tendrán una visión de los hechos históricos sucedidos en España (y no hablo ya de la archimanida y mentirosa leyenda negra, sino del pasado reciente) absolutamente equivocada por no decir contraria a la realidad, a lo verdaderamente ocurrido. Y así es imposible que haya ciudadanos cuyo juicio esté cien por cien basado en la verdad. 

Hace un tiempo conocimos la noticia de que un colegio de Educación Infantil y Primaria de Puente Genil (Córdoba), había decidido cambiar su nombre, Ramiro de Maeztu, por el del barrio donde se ubica, Miragenil, y ello, a causa de la malhadada ley de memoria histórica andaluza de 2007, que permite cambiar los nombres de centros educativos que, presuntamente, “aluden a personas vinculadas al franquismo”.

¿Qué clase de ignorancia amancebada con la mayor de las estupideces es capaz de asimilar a uno de los más grandes pensadores españoles de la generación del 98 con el franquismo?

¿Qué sectarismo imbécil y criminal puede causar que el autor de Defensa de la Hispanidad, amigo de Juan Ignacio Luca de Tena, asesinado el 29 de octubre de 1936 en Aravaca después de proferir esa inmortal frase que define toda esa época trágica de nuestra historia («vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero»), sea relacionado con un franquismo que no conoció?

Ramiro de Maeztu coincidió en la cárcel con el fundador de las JONS, Ramiro Ledesma Ramos, del cual se cuenta que fue ejecutado en la misma prisión sin esperar a su traslado como ocurrió con Maeztu, y ello porque el impetuoso Ledesma profirió a sus captores la siguiente imprecación: «¡A mí me matáis donde yo quiera, no donde vosotros queráis!». Veintidós días después de la ejecución de Maeztu era fusilado en la prisión de Alicante José Antonio Primo de Rivera, el que dejó escrito en su testamento: «Ojalá sea la mía la última sangre española que se vierta en discordias civiles».

Desgraciadamente no se cumplió este deseo manifestado por el fundador de Falange pocas horas antes de ser asesinado. Apenas ocho días después, el 28 de noviembre de 1936, fue asesinado en Paracuellos del Jarama el insigne dramaturgo Pedro Muñoz Seca. El 17 de julio de 1936 había estrenado en el Teatro Poliorama de Barcelona su última obra, La tonta del rizo. El mismo día que se inició en Melilla el Alzamiento. Fue detenido junto a su esposa, Asunción, por las milicias anarcosindicalistas y se le trasladó primero a Valencia y luego a Madrid, a la cárcel de San Antón, instalada en el Colegio de los Escolapios desde comienzos de la guerra. Su mujer, con la que tenía nueve hijos, fue puesta en libertad por tener la nacionalidad cubana. En prisión sufrió escarnio y burlas varias de sus captores, le ataron las muñecas con hilo de bramante que se le clavaba en la piel y uno de los milicianos, Gonzalo Montes Esteban-Sierra, apodado el Dinamita, le cortó sus largos y característicos bigotes, según recoge la Causa General. El 28 de noviembre es sacado de la prisión, llevado a Paracuellos del Jarama y fusilado junto con otros muchos prisioneros. Más de cuatro mil personas fueron allí ejecutadas por decisión del Partido Comunista. Tampoco pudo conocer el franquismo. Su pecado era, simplemente, ser católico y monárquico, con toda seguridad ser considerado un hombre “de derechas”.

Que una de las mejores plumas de nuestro teatro, el inventor de la “astracanada”, autor de la inmortal y deliciosamente divertida La venganza de don Mendo, o de las comedias Los extremeños se tocan o Anacleto se divorcia, fuera vilmente asesinado por una chusma que ni siquiera sabía a quién estaban ejecutando dice mucho, y no precisamente bueno, de la España cainita e ignorante de esos años, que algunos, demasiados, quieren que vuelva.

La Comisión de Memoria Histórica creada en Madrid bajo el Gobierno de Manuela Carmena incluyó el nombre de Muñoz Seca entre los que debían perder la calle a él asignada en la capital, aunque después se rectificara. Hace cinco años, al cumplirse ochenta de su ejecución ignominiosa, la Biblioteca Nacional emitía un tuit donde decía textualmente: «Tal día como hoy en el año 1936 murió Pedro Muñoz Seca, un prolífico escritor y autor de teatro español». Sin hacer ningún tipo de referencia a cómo murió. Sólo tras innumerables críticas a ese ridículo tuit , rectificó en parte y también desafortunadamente reescribiéndolo así: «murió debido a un fusilamiento». Recordemos que en esa época gobernada un acomplejado Partido Popular que, imbuido del mismo pensamiento único progre de toda la izquierda a la que dice oponerse, se ponía de perfil a la hora de reivindicar la verdad histórica.

Santiago Carrillo era el responsable de la seguridad en Madrid durante ese periodo, después del comienzo de la guerra civil y la huida del Gobierno republicano a Valencia en noviembre del 36 y bajo su responsabilidad se produjeron las “sacas” de las cárceles madrileñas con destino a la muerte en Paracuellos o Aravaca. El Ayuntamiento de Madrid, en el periodo en que fue gobernado por Ana Botella, decidió poner una calle con su nombre. Y desde luego no fue el único municipio que lo hizo.

Dolores Ibárruri, Pasionaria, autora de la famosa y premonitoria frase «has hablado por última vez» dirigida en el Parlamento al líder del partido Renovación Española y jefe de la oposición José Calvo Sotelo, que sólo horas después fuera asesinado por la guardia de asalto del Gobierno republicano, o de aquella que decía «más vale condenar a cien inocentes a que se absuelva a un solo culpable» [1], tiene varias calles y estatuas a su nombre en la geografía hispana.

Del mismo modo ocurre con Indalecio Prieto o Largo Caballero, el llamado Lenin español, ambos con estatuas en los madrileños Nuevos Ministerios, ambos incitadores de la violencia y los crímenes cometidos antes y durante la Guerra Civil a la que condujeron a España. Y así innumerables ejemplos.

Y es que, como decía la famosa cita del escritor y pensador político irlandés del siglo XVIII, Edmund Burke: «Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada». Si los que teóricamente han de hacer frente a las mentiras, manipulaciones históricas y falseamientos demagógicos de nuestro pasado, se quedan indolentemente cruzados de brazos, estamos más que perdidos, acabados como país.




[1] La cita completa de la Pasionaria, publicada en Mundo Obrero, en su edición de la mañana para los frentes, el 12 de agosto de 1937, es esta:

«Si en época normal hay un adagio que dice que "es preferible absolver a cien culpables a castigar a un inocente", cuando está en peligro la vida de un pueblo, es preferible condenar a cien inocentes antes que el culpable pueda ser absuelto».

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