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"La personalidad religiosa de José Antonio"

Trabajo de Cecilio de Miguel Medina, quien dedica los dos primeros capítulos a la vida cristiana y al perfil humano de José Antonio. En esta entrada se publica el prólogo e introducción, con la opción de descargar el libro completo.


Publicado en la revista Gaceta de la Fund. José Antonio, núm. 348, de septiembre de 2021. Ver portada de Gaceta FJA, en La Razón de la Proa (LRP). Recibir actualizaciones de LRP (un envío semanal).​

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"La personalidad religiosa de José Antonio"

La personalidad religiosa de José Antonio


Editorial Almena 1ª edición, marzo 1975. Delegación Nacional de la Sección Femenina del Movimiento [Descargar el libro completo]


Nota de LRP.- El libro recoge la mayoría de los testimonios conocidos que permiten dibujar a un hombre creyente, fiel cumplidor de sus deberes religiosos y definido por la nobleza de su carácter, profesionalidad, elegancia en el trato, leal, optimismo y espíritu de servicio. Más adelante, el autor trata de justificar su pensamiento con relación a cuestiones como el Estado y las relaciones Iglesia-Estado, llegando a una explicación que deja a salvo la ortodoxia de José Antonio.


Prólogo, de Pilar Primo de Rivera.


Don Cecilio de Miguel, profesor de la Universidad de Navarra, ha tenido la feliz idea de escribir un libro sobre el sentimiento religioso en José Antonio.

Los que vivimos con José Antonio, jamás albergamos la menor duda de que sus actos o sus intenciones fueran heterodoxos, precisamente por conocer su sólida formación religiosa, auténtica, rigurosa, íntima necesidad de su vida, pero ni espectacular ni de pequeñas devociones a la moda del tiempo promovidas muchas veces, más por deformaciones religiosas o por analfabetismo religioso que por verdadera necesidad de Dios. Por eso quizá algunas personas de deficiente formación achacaron a José Antonio, sobre todo ya en su vida política, una desviación de los verdaderos cauces de la Iglesia, que don Cecilio de Miguel, con razones muy profundas, se encarga de aclarar.

Lo que sucede es que José Antonio no fue nunca lo que se entiende por un beato. En la conferencia que di en el club Mundo de Barcelona expliqué su actitud, por ejemplo, con respecto a las organizaciones católicas de estudiantes dentro de la Universidad, de las que jamás fue partidario.

Asimismo su precisión al delimitar las funciones que dentro de un Estado corresponde a éste y las que corresponden a la Iglesia (punto 25 de la Falange). Tampoco era partidario de devociones y entronizaciones entonces muy en boga; pero resulta que con ser así, lo único que hizo fue adelantarse en cerca de cuarenta años al Concilio Vaticano II, que en ese aspecto ha venido a autentificar y a clarificar tantas desviaciones, volviendo a las fuentes puras como la Biblia, libro habitual en José Antonio y que también por aquel entonces estaba casi anulado para el uso de los fieles. Otros libros de su uso frecuente fueron el Kempis y la Vida devota de san Francisco de Sales, pero en lo profundo de su formación latían, sobre todo, las raíces de san Agustín y santo Tomás, además de las de otros doctores de la Iglesia.

Por eso don Cecilio de Miguel, en su erudito y bien razonado libro, analiza con todo conocimiento los temas que hubieran podido mirarse como más conflictivos en la política de la Falange, y desmenuzándolos uno a uno demuestra cómo no hay nada en ellos de erróneo.

«Conviene ⎼dice el autor⎼ aclarar que nuestro trabajo se centra únicamente en la persona de José Antonio Primo de Rivera. No nos fijamos en aquellas otras personas que le acompañaron en la fundación misma de la Falange, ni en aquellos otros que se fusionaron muy pronto con él; algunos podían no ser católicos, ni cristianos siquiera. Tampoco nos interesa el estudio de lo que fue la Falange después de desaparecer José Antonio. Consideramos interesante el tema, pero escapa a nuestro interés actual.

Necesitamos hacer una precisión cronológica: este trabajo alcanza sólo a noviembre de 1936.

Centramos nuestro esfuerzo en el fundador de un movimiento que él mismo llamó totalitario, cuando el estado totalitario había sido condenado por la Iglesia, y él funda, cuando a un católico le estaba prohibido colaborar con dicho estado.

Será necesario estudiar la doctrina de la Iglesia sobre los totalitarismos: qué es para la Iglesia un estado totalitario; qué condena de él y por qué, a la vez que será preciso analizar qué clase de totalitarismo propugnaba José Antonio.

Dentro del mismo tema, hallaremos otro punto interesante: el de las relaciones Iglesia Estado. Estaba también perfilada la doctrina de la Iglesia sobre ambas potestades. Pero en el nuevo estado que programaba José Antonio había matices especiales que será necesario estudiar».

Cerrado este paréntesis del autor, me interesa aclarar dos puntos. Uno, que para José Antonio «el totalitarismo doctrinal consistía en que todas las aspiraciones del Nuevo Estado podían resumirse en una palabra: unidad. La patria es una totalidad histórica donde todos nos fundimos, superiora cada uno de nuestros grupos».

Otro, que si José Antonio, tan cuidadoso a la hora de la muerte en dejar arreglado todo lo que a su conciencia concernía, hubiera sentido algún remordimiento con respecto a sus ideas, hubiera rectificado en ese trance supremo, en el que no caben segundas intenciones, pero su testamento, cuya cláusula primera es una declaración de fe, y termina el preámbulo pidiendo perdón a todos los que hubiera podido dañar u ofender, no dice nada.

“...Creo ⎼declara⎼ que nada más me importa decir respecto a mi vida pública. En cuanto a mi próxima muerte, la espero sin jactancia, porque nunca es alegre morir a mi edad, pero sin protesta. Acéptela Dios Nuestro Señor en lo que tenga de sacrificio para compensar en parte lo que ha habido de egoísta y vano en mucho de mi vida. Perdono con toda el alma a cuantos me hayan podido dañar u ofender, sin ninguna excepción, y ruego que me perdonen todos aquellos a quienes deba la reparación de algún agravio grande o chico. Cumplido lo cual, paso a ordenar mi última voluntad en las siguientes CLAUSULAS:

Primera.⎼ Deseo ser enterrado conforme al rito de la Religión Católica, Apostólica, Romana que profeso, en tierra bendita y bajo el amparo de la Santa Cruz...

A) Que revisen mis papeles privados y destruyan todos los de carácter personalísimo, los que contengan trabajos meramente literarios y los que sean simples esbozos y proyectos en período atrasado de elaboración, así como cualesquiera obras prohibidas por la Iglesia o de perniciosa lectura que pudieran hallarse entre los míos...»

Por cuanto se ve que rifas que sinceridad o interés por la defensa de la religión, lo que latía bajo las críticas a los supuestos erróneos planteamientos de la Falange, era la pasión política, ya que la Iglesia jamás la condenó y ahora don Cecilio en este su admirable trabajo demuestra claramente la ortodoxia de la doctrina falangista, ya que evidentemente lo totalitario en José Antonio hay que entenderlo dentro del contexto de su doctrina y de su vida.


Introducción


Conviene aclarar que nuestro trabajo se centra únicamente en la persona de José Antonio Primo de Rivera. No nos fijamos en aquellas otras personas que le acompañaron en la fundación misma de la Falange, ni en aquellos otros que se fusionaron muy pronto con él, algunos podían no ser católicos, ni cristianos siquiera. Tampoco nos interesa el estudio de lo que fue la Falange después de desaparecer José Antonio. Consideramos interesante el tema, pero escapa a nuestro interés actual.

Necesitamos hacer una precisión cronológica: este trabajo alcanza sólo a noviembre de 1936.

Centramos nuestro esfuerzo en el fundador de un movimiento que él mismo llamó totalitario, cuando el Estado totalitario había sido condenado por la Iglesia, y que él funda, cuando a un católico le estaba prohibido colaborar con dicho Estado.

Será necesario estudiar la doctrina de la Iglesia sobre los totalitarismos: qué es para la Iglesia un Estado totalitario; qué condena de él y por qué, será preciso analizar qué clase de totalitarismo propugnaba José Antonio.

Otro punto interesante será el de las relaciones Iglesia-Estado. La doctrina de la Iglesia sobre ambas potestades estaba pelado. En el nuevo Estado que programaba José Antonio había matices especiales que será necesario estudiar.

Si el actuar sigue al ser, nos parece importante, para comprender las actuaciones de las personas, conocer su manera de ser, su ascendencia familiar, su formación cultural y religiosa, el medio ambiente en que vivieron, etc.

Por eso al tratar de José Antonio introducimos los dos primeros capítulos. Sin ellos no se comprenderían con facilidad muchos de los aspectos descritos.

La bibliografía utilizada se debe en su mayor parte a seguidores incondicionales de José Antonio. Conscientes de ello hemos recurrido, en la medida de lo posible, a fuentes de primera mano como son sus escritos, recogidos, la mayoría de las ocasiones, de los semanarios F.E. y Arriba. Son muchas también las colaboraciones de José Antonio en otros periódicos de la época; hemos procurado revisarlos. Pero, aun en estas fuentes, especialmente, cuando se trata de reseñas de sus discursos, han podido intervenir otras manos que interpretaban ya o pulían al menos.

Otro inconveniente a la hora de enfrentarnos con la bibliografía es la visión unilateral por proceder, en gran parte, como decíamos, de seguidores incondicionales con afán incluso de mitificar su figura. Apenas existe bibliografía de «contrarios». Cuando ésta existía hemos procurado contrastarla.

Finalmente conviene notar que José Antonio había muerto ya cuando se comenzó a escribir sobre él, por tanto, no podía desdecir posibles interpretaciones no exactas de su pensamiento.

Este trabajo, fue posible gracias al estímulo y consejo de una serie de personas a quienes rindo el tributo de mi gratitud. A Pilar Primo de Rivera, que incluso se ha dignado prologarlo. A Raimundo Fernández Cuesta, conocedor como nadie de José Antonio. A don Fermín Yzurdiaga, por el material proporcionado, siempre con el mayor desinterés. Y de manera especialísima al doctor Gonzalo Redondo, profesor de la Universidad de Navarra, con cuyo contacto diario fue posible el orden y rigor intelectual.

Hago constar también mi agradecimiento más sincero a la Delegación Nacional de la Sección Femenina del Movimiento por la colaboración prestada a la hora de publicar este trabajo. Del archivo de dicha Delegación proceden las fotografías que aparecen en él.

Pamplona, a 22 de abril de 1974

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