JOSÉ ANTONIO

José Antonio, hoy

¿Por qué vengo pensando en José Antonio desde hace setenta y ocho años? Para mí, José Antonio existe como arquetipo, como superación del fracaso, por encima del fascismo-antifascismo, que es una antigualla; por encima del franquismo-antifranquismo, que es otra antigualla; por encima de las cien falanges que son la babel de nuestro purgatorio.


El texto corresponde a una conferencia que pronunció Enrique de Aguinaga, en Marbella, el 13 de agosto de 2018, invitado por Juan del Rio Nieto.

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José Antonio, hoy

José Antonio, hoy


Nota previa.- En la presentación el autor indica que acepta la invitación de hablar sobre José Antonio Primo de Rivera, «sin autoridad, ya que no me atribuyo master alguno. La he aceptado, considerando sucesivamente la actualidad y el pasado. La he aceptado, cumpliéndola por escrito porque no me fio de mi vetusta memoria. La he aceptado, en fin, no como lección, sino como vivencia personal».


Entremos en materia


Políticamente, hoy José Antonio es personaje nefando, encarnación del vituperable falangismo, del vituperable fascismo y ¿cómo no? del vituperable franquismo. Hoy su nombre y su memoria están proscritos o, cuando menos, tergiversados por una sociedad trasformada tan radicalmente que apenas guarda semejanza con la sociedad de José Antonio, excluido de todo contexto. Entre paréntesis. No más de medio minuto para el fascismo, limitado en el tiempo y en el espacio. ¿Hasta cuándo este trampantojo convertido en insulto? Abundancia de argumentos. Terminante, José Antonio, en 1936:

«El fascismo es fundamentalmente falso [1] Nuestro movimiento jamás se ha llamado fascista en el olvidado párrafo del menos importante documento oficial ni en la más humilde hoja de propaganda» [2]

Para la antología Mil veces José Antonio, ya en el siglo XXI, en el 2003, solicité el juicio de mi nieta Silvia, licenciada en Humanidades por la Universidad de Alcalá. Ahora es profesora de Filología en la Universidad de Granville (Ohio, EE. UU.).

Silvia escribió y así se publicó literalmente:

«¿José Antonio Primo de Rivera?... La verdad es que no sé mucho sobre él. En el Colegio, Instituto y Universidad no te cuentan casi nada sobre la época de Franco. En el Instituto es el último tema que estudias, y ni te hacen examen, y no te cuentan casi nada, te mandan estudiarlo por tu cuenta. Será porque los profesores no se quieren mojar... aunque, a estas alturas, me parece absurdo. Sólo sé que fundó la Falange Española, que luchó para acabar con la República y, en un momento de la historia, no sé muy bien el porqué, Franco se cansó de él, lo encarceló, y después lo mandó fusilar... Realmente no sé nada más sobre él».

¿Qué queda de José Antonio?

Queda la admirable, inteligente e inacabada obra de Jaime Suarez (Madrid, 1927-2018), El legado de José Antonio, para iniciados; la notarial Fundación José Antonio con su página web, con su mensual en Internet; los grupos y grupúsculos legalizados o clandestinos, autónomos o independientes, emocionantes o pintorescos.

El intento más importante y mejor concebido, Plataforma 2003, obra personal de Jaime Suarez, acaba de morir con él, de muerte natural. Su depósito editorial, defendido heroicamente, se liquida a mitad de precio.

Ninguno de mis hijos o nietos me ha secundado. También se puede explicar este efecto del Mayo francés y del joseantoniano respeto a la dignidad y a la libertad del hombre.

Queda una difusa mentalidad que ignora su cuño. De vez en cuando, como frase hecha, alguien dice inasequible al desaliento.

Queda el íntimo pasado, en cada caso.

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Niño republicano de la guerra en Madrid, Valencia y Barcelona, mi pasado empieza en 1940, con la posguerra, en Orense, refugio de la catástrofe familiar. En Orense descubro a José Antonio en el tocho de las Obras Completas, en la camaradería del SEU, becario en Santiago y, tres veranos, en el Albergue Universitario de Bergondo, al amparo de una pintada que era todo un programa: Vivir no es necesario; navegar, sí (Vivere non interest sed navigare)

Aprobados el Derecho Romano y la Economía Política en el curso 1943-44, en Santiago, veo la convocatoria de becas para la Escuela Oficial de Periodismo, siento el tirón y, a cuerpo limpio, emprendo la aventura de Madrid. Apenas iniciado el primer curso, el 29 de octubre de 1944, el periódico de prácticas de la Escuela me publica un artículo titulado José Antonio, el hombre. Meditaciones de un camisa nueva.

Es mi primer artículo impreso sobre José Antonio Primo de Rivera y, por eso, más pensado que mis anteriores atrevimientos en periódicos murales o diarios y emisoras locales.


En el artículo escribí críticamente:

Era una mañana dominguera, era un día gris de otoño madrileño, era el 29 de octubre...

Nos lo han dicho con sencillez, con énfasis, con apasionamiento. Pero lo único inmutable es una oración que termina con un amanecer presentido en la alegría de nuestras entrañas.

Para mí, esto es lo único que vale. El detalle, el color de la mañana, son pinceladas nostálgicas y yo, que no conocí a José Antonio, recelo en aceptar estas referencias que con su apasionamiento han ido deformando su figura, haciendo un cromo o -lo que considero peor aún- un mito de lo que por encima de todo fue Hombre con todo su profundo significado.

[Repito que esto se escribe en 1944 y en una escuela oficial]

Creo que el mito es peligroso. En primer lugar porque origina una conciencia irreal de las cosas. A las nuevas generaciones hay que darles la auténtica versión de José Antonio; el hombre extraordinariamente sereno y armónico; pero esto no esporádicamente sino logrado a través de una severa disciplina mental.

Su inteligencia tiene el perfil de lo clásico, y así su obra. El movimiento de Falange Española no fue el resultado de un arrebato, sino el fruto de una madura reflexión. A través de sus escritos, él mismo evidencia la lucha íntima y tremenda entre su vocación individual y su entrega al servicio de España.

La arquitectura ideológica de la Falange es la madurez de un pensamiento hondamente reflexivo que rechaza lo espontáneo.

[Declara José Antonio]: «Soy enemigo de las improvisaciones, igual en un discurso que en la muerte. La improvisación es una actitud de la escuela romántica y no me gusta».

Lo fundamental, la base del sistema, es el Hombre. Y aquí está la suprema creación joseantoniana: un tipo humano completo. Y él mismo es substancialmente el arquetipo, pues si descubrió la verdadera dignidad humana y trajo el yugo del servicio como norma, él supo llegar hasta su forma suprema con la misma gallardía con que le dedicó su vida en una dolorosa evasión de la torre marfileña. Y, aun en ese tremendo momento, no se deshumaniza, no hace una frase para la galería, sino que, con sencillez y sinceridad profundamente humanas, surge la confesión: "Nunca es alegre morir a mi edad".

Este era el hombre. Bienaventurados los que le conocieron. Pero más bienaventurados aun los que sin verlo lo amaron y creyeron en él.

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Así lo escribí, con todos sus balbuceos e ingenuidades, hace setenta y cuatro años. ¡Setenta y cuatro años, Dios mío! En la inmediata posguerra, en medio del ardor heroico de los vencedores, en medio de la retórica apabullante de combatientes y camisas viejas, cuatro años después de mi descubrimiento orensano, del que ya hace setenta y ocho años.

Si, como hago ahora, entonces hubiera retrocedido setenta y ocho años, aparecería en 1862; es decir en el reinado de Isabel II, al final del gobierno de la Unión Liberal de O’Donell; es decir, para el joven Aguinaga, en la prehistoria. Con este dato, es fácil deducir la prehistoria de los jóvenes actuales.

A primera vista, el simple hecho de que una persona persista setenta y ocho años en una devoción algo quiere decir, más que un puro empecinamiento, sobre todo, si se sabe de otros emocionantes empecinados.

Algo habría, efectivamente, en aquel principio para que, en medio de aquel énfasis, un principiante, un camisa nueva, reclame la hombría de José Antonio, por encima de las gloriosas atribuciones de poeta, profeta, mito (capitán o titular de doctrina, añado) y ¡sorpresa de las sorpresas! lo proponga (¿por vez primera? pregunto) como arquetipo, un año antes de que lo hiciera Eugenio Montes, solemnemente, en el diario Arriba:

«Los puntos, los programas, las situaciones pasan. Nunca José Antonio, cifra ardiente de una ensoñada España, será ceniza, porque ha trascendido a una arquetípica actitud ante lo humano» [3].

Setenta y ocho años de supervivencia. Por supuesto; pero, al mismo tiempo, de maduración, de destilación, por debajo de constantes y contradictorias vicisitudes. Desde la arrogante euforia de un José Antonio subido a todas las paredes, de un José Antonio que se compra y se vende en el mercado, mientras los ríos falangistas, alegres como el agua en la pradera [4], que diría Leopoldo Panero, montaban campamento en las afueras y alguien planta las flechas a la entrada de todos los pueblos.

Pronto vendrían la confusión, el desconcierto y el silencio. Y la travesía del desierto, el tabú, el ostracismo, la demolición de monumentos. También, el goteo, las hogueras a la intemperie, la insólita bibliografía y, en fin, la catacumba de los camaradas empecinados.

A pesar de todo, José Antonio crece.

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Cinco alturas advierto en este crecimiento.


Primera, la idea de que la Falange se identifica en José Antonio, jefe de una Falange minoritaria, minoría en sí mismo.

El traductor de Falange. Historia del fascismo español [5], Francisco Farreras, afirma en el prólogo, apoyando al autor, Stanley G. Payne, que «José Antonio es casi él solo la Falange. Luego lo escribe Serrano Suñer: «Falta José Antonio, que era casi toda la Falange» [6].

A propósito del plan de Ansaldo para deponer a José Antonio de la Jefatura, Payne recoge el rumor de que falangistas radicales pensaron llegar al asesinato. Y, cerca de la Navidad de 1934, documenta la confidencia de José Antonio:

«De no haber corrido ya la sangre [7], hoy licenciaba a la Falange. ¿Cuál sería el destino de estos chicos si triunfaran? ¿Cuál sería su empleo en circunstancias normales? A muchos tendría que mandarles al Congo» [8].

Estrictamente son dieciocho meses (de octubre de 1934 a marzo de 1936) el tiempo que José Antonio ejerce la jefatura plena de la Falange. Dieciocho meses, con todo género de peripecias y tribulaciones, sin sosiego para armar una doctrina, que Mercedes Fórmica [9] y Jesús Fueyo [10] reducen con naturalidad a pensamiento meramente incoado.


Segunda altura, la idea de que la Falange muere con José Antonio.

Se deduce directamente de la primera. Paul Preston, en este punto, reconoce la evidencia: José Antonio no puede ser enjuiciado por lo que se hizo con su memoria después de su muerte. «Todo lo que viene después, marcado con el yugo y las flechas, (insiste Fernando Márquez [11]) no tiene el menor derecho a arrogarse una pretensión legitimista». Serrano Suñer es más explícito:

«Aquella Falange que, desde posiciones oficiales, había acometido con rectitud el empeño reformista, entre resistencias, aversiones y poderosas reservas internas, murió en esa pugna y nació el franquismo» [12]

Falange y franquismo. Cuestión bizantina, análisis complejísimo, poliedro de mil caras, sobre el que abunda la literatura política y la polémica (Thomas, Peñalba, Argaya, Payne, Preston, Alcoba, Casals, Ellwood, López Cancio,...); pero aquí me atengo al juicio de un falangista prístino, David Jato [13]:

«El final de aquella Falange fue el fusilamiento de José Antonio... y desde su muerte nadie pudo continuar ni siquiera en ínfima medida su obra: Así murió su Falange. Con él».

Sencillamente, se decía en la calle: No existe la Falange, existen los falangistas.


Tercera altura, la idea de que la Falange ha fracasado.

Lo escribo y razono en el quincuagésimo aniversario del fusilamiento de José Antonio, en ABC [14]. No me consta que antes lo haya escrito cualquier falangista. Lo escribe en su testamento periodístico Adolfo Muñoz Alonso [15], en 1974.

Lo escribe Plataforma 2003 en su programa 2001-2002. Pero añado la paradoja de que el fracaso político de la Falange incorpora el éxito de constatar que la virtualidad de lo joseantoniano es una superación de lo falangista, salvada su índole histórica.


Cuarta altura, la idea de que José Antonio, salvado del fracaso de la Falange, deviene en patrimonio de todos los españoles, sin militancia ni encuadramiento, como dominio público.

Madrugadoramente, el catedrático Carlos Alonso del Real es el primero que lo expresa, en 1957, en el diario Arriba, en un artículo titulado inequívocamente José Antonio para todos los españoles. Carlos se pregunta:

«¿Por qué empeñarse en hacerle solidario de las concretas contingencias de un grupo político, cuando puede valer, en muchos aspectos, para todos los hombres; y, en todos, para todos los españoles?» [16]

Lo recojo de palabra, en 1974, hace cuarenta y cuatro años, en una conferencia titulada También la derecha ha fusilado a José Antonio [17].

También lo escribo en 1986, no como ocurrencia, sino como idea latente, que se desprende con naturalidad de nuestra mejor sustancia. Así lo escribí, hace más de treinta años:

«Ya es tiempo de liberar a José Antonio de su secuestro. Ya es hora de transferirlo a todos los españoles como patrimonio general, sin manipulaciones, sin ataduras históricas, para una nueva confrontación en libertad, que nos pueda dar el valor actual de su pensamiento, la dimensión de su persona. Esta no es una idea repentina, una ocurrencia conmemorativa, sino la aspiración de veteranos campamentos y arduas travesías» [18].


Y quinta altura, la idea de que la nacionalización de José Antonio se inicia y se sustenta en su concepción como arquetipo.

Bendigo a Plataforma 2003, que ha dado audiencia y desarrollo a esta idea en la Escuela de Verano de Burgos (2011) y en escuelas sucesivas. La idea de José Antonio como arquetipo, mi idea de arranque, cristaliza en el artículo de 1986 y se convierte en leit motiv de mis comparecencias: en las Mesas de cada 29 de octubre, en el coloquio de Intereconomia (2009), en el Ateneo de Madrid (1997) en la Universidad de Trieste (1999) y en cuantas otras ocasiones he podido aprovechar. Son sus credenciales el portentoso testamento y las doce cartas de despedida, momentos estelares.

Thomas Carlyle, pensador británico, publica, en 1840, Sobre héroes, culto al héroe y lo heroico en la historia. Para Carlyle, que así crea el arquetipo,...

«Los héroes son los grandes hombres, de los que deduce el culto al héroe. Culto a los héroes que no es sumisión sino asombro ante la verdad que ellos revelan, entusiasmo y gozo por la liberación, salvación y guía que ellos, por medio de aquella verdad, procuran. Los hombres que siguen al héroe forman con él una comunión, un todo armoniosoNo hay más que un templo en el Universo y es el Cuerpo del Hombre dice Carlyle, citando al poeta Novalis y sugiriendo la idea del Espíritu Santo» (I Cor, 6.19)

José Antonio se actualiza y engrandece tras un desierto de silencio, tergiversación y vituperio. El filósofo Gustave Thibon dijo de él ¡Qué alma más limpia!. En este purgatorio, José Antonio se ha ido esclareciendo como arquetipo, más que líder, el héroe de Carlyle (1840), que Max Scheler, en Modelos y líderes (1921), concreta.

La relación de liderazgo y seguimiento es una relación de conciencia recíproca. No así la de modelo e imitación. Una persona que es modelo de alguien no necesita ni saber que es modelo ni querer serlo. La relación modelo-imitación es una relación ideal, independiente del tiempo, del espacio, de la presencia real. “El modelo vive en la profundidad del alma”

¿Por qué pienso en José Antonio? ¿Por qué vengo pensando en José Antonio desde hace setenta y ocho años? Para mí, José Antonio existe como arquetipo, como superación del fracaso, por encima del fascismo-antifascismo, que es una antigualla; por encima del franquismo-antifranquismo, que es otra antigualla; por encima de las cien falanges que son la babel de nuestro purgatorio, sin que me molesten, en cuanto formas de vida, formas de mi vida: rosas y yerbas, lirios y cardos, brisas y ventoleras, por todos los caminos.

José Antonio es grande, gran hombre. Ya es un signo que fuera, titulado Grande de España. En las mil opiniones sobre José Antonio, recopilación que hice con Emilio González Navarro, una de las palabras que más se repite es Grande y su variante Grandeza. Grandeza de alma. Así, la opinión de José Felix de Lequerica:

«José Antonio, para emplear un galicismo, “vio grande”. Vio todo lo contrario de la inmensa mayoría de sus contemporáneos políticos, metidos en reformas, adaptaciones, aprovechamiento de lo existente. Vio la necesidad de una nueva espiritualidad» [19].

José Antonio es paradigma de un modo de ser. José Antonio es paradigma de renuncia, de innovación, de actitud religiosa y de hombría. En suma. José Antonio, por encima de todo, es arquetipo

Tengo un sueño ¿Quién no se emociona con el histórico discurso de Martin Lutero King, hace cincuenta y cinco años, en 1963? Lutero King describe su sueño con la letra del Salmo:

«Llegó como un precioso amanecer para terminar una larga noche de cautiverio».


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Tuve un sueño. Tuve un sueño exactamente el lunes, día 2 de marzo de 2015. Tuve el sueño de que la gente, la hermosa gente, tomaba posesión de José Antonio incorrupto.

Por la mañana, abro el ordenador por la página web de La Casa del Libro y ¡que veo! un mosaico de portadas unánimes: los tres libros de José María Zavala (La pasión de José Antonio, La pasión de Pilar, Las últimas horas de José Antonio), el libro de Jesús Cotta (Rosas de plomo), el libro de Francisco Torres (El ultimo José Antonio), el José Antonio de Gil Pecharromán, Obras completas y más... Diríase que La Casa ha rebuscado en los baúles para engalanar sus balcones.

Pocos días antes había funcionado el tantán: Esta noche Televisión habla de José Antonio. Fue tardísimo, las dos de la madrugada, en el programa Cuarto milenio, entre historias del más allá; pero durante veinte minutos José Antonio, por gran hombre, estuvo en la pantalla, en la entrevista de Iker Jiménez con Zavala. Lo mismo en Onda Cero, con Carlos Herrera. También en ABC, a toda plana, sobre José Antonio y García Lorca, articulo ilustrado con las dos efigies, a propósito del libro de Jesús Cotta.

Lo firma Manuel de la Fuente, de la sección de Cultura, que escribe: Los dos [José Antonio y Federico] querían una España mejor y para todos.

Voy a la presentación del libro de Zavala. En el corazón de la Gran Vía, que se llamó de José Antonio, un escaparate exclusivo para Las últimas horas de José Antonio, editado por Espasa, con las flechas en el centro de sus portadas rojinegras.

Dentro, en La Casa del Libro, en la tercera planta, se presenta Las últimas horas de José Antonio. Un matrimonio ilustrado, muy de calle: ella, Alicia, profesora universitaria; él notorio poeta y académico, Luis Alberto de Cuenca, hablan con naturalidad entusiasmada de la excelencia de José Antonio, de la grandeza de José Antonio, a un público tranquilo que asiente con la mirada. Los veo nueva gente, sociedad civil, no necesariamente de los nuestros, nada empecinados. Dejadme soñar.

Allí estaban, sin aspavientos, en fila, para la firma de ejemplares, silenciosos, paso a paso hacia el estrado, instalado en una rotonda acristalada sobre la Gran Vía, exactamente, exactamente, en el lugar en que tuvo su despacho Ortega y Gasset, cuando, al principio de los años veinte, era director editorial de Calpe. Justo, lo que me faltaba para entrar en levitación. Y, por si fuera poco, me entero de que, para septiembre, en un teatro de la Gran Vía, está previsto el estreno del musical sobre José Antonio, Mi princesa roja, que con tanta valentía y talento ha acometido Álvaro Sáenz de Heredia, mientras que, con el empecinado José María García de Tuñón, resurge la Fundación José Antonio Primo de Rivera y se hace presente en Internet.

¿Se trata de una primera y diminuta luz que anuncia la salida del larguísimo túnel? A algunos, moribundos, nos iluminaría como al torero mortal que le llevan la oreja a la enfermería. Pero habrían valido la pena los setenta y ocho años.

De las cuatrocientas cuarenta y ocho páginas del libro de Zavala podríamos hablar con detalle, críticamente, con su más y sus menos. Ahora solo diré que el libro y su autor no se cansan de proclamar que José Antonio es un gran hombre que supo vivir y morir por sus ideales.


Podría terminar con el amanecer presentido en la alegría de nuestras entrañas, repitiendo el colofón del mitin de la fundación en el teatro de la Comedia. Pero, hechos a lo difícil, prefiero el verso del peruano Cesar Vallejo.

Está tomado del poemario España aparta de mí este cáliz, escrito en 1937. Es el poema duodécimo de quince, titulado Masa y dedicado, como todo el poemario, al ejército republicano. Es un poema misterioso, no escrito para ser entendido como se entiende una ecuación. Es un poema enigmático que me seduce, al tiempo que me estremece y me deja perplejo y pensativo.

Dice Vallejo:

Al fin de la batalla,
y  muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y  le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!".
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos, repitiéndole:
"¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil,
quinientos mil, clamando:
"¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon   millones de individuos
con un ruego común: "¡Quédate, hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos los hombres de la Tierra le rodearon.
Les  vio el cadáver, triste, emocionado.
Se incorporó lentamente.
Abrazó al primer hombre.
Se echó a andar...

Se echó a andar...

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[1]  JOSE ANTONIO PRIMO DE RIVERA, “Dos esquemas de libro”, manuscrito, Prisión de Alicante, agosto de 1936.

[2] IDEM, “El ruido y el estilo”, prohibido por la censura, Informaciones (diario), Madrid, abril de 1936, “Baleares”, 6 de enero de 1940. ENRIQUE DE AGUINAGA (STANLEY G. PAYNE), “Fascismo”, en “José Antonio Primo de Rivera”, Ediciones B, Barcelona, 2003, pp. 53-65.

[3] EUGENIO MONTES, “Nunca José Antonio será ceniza”, en “Arriba” (diario), Madrid, 1 octubre 1945.

[4] LEOPOLDO PANERO, “Canto personal”, Cultura Hispánica, Madrid, 1953, p. 121.

[5] STANLEY G. PAYNE, "Falange. Historia del fascismo español", Ruedo Ibérico, Paris, 1965.

[6] SERRANO SUÑER, Ramón, "Dionisio Ridruejo: la  renuncia", en Cuadernos para el dialogo, Madrid, 8 de mayo de 1976.

[7] Falangistas asesinados en los siete meses siguientes a la fundación: José Ruiz de la Hermosa, Juan Jara Hidalgo, Juan Polo Gallego, Francisco de Paula Sampol, Vicente Pérez Rodríguez, Matías Montero, Ángel Abella, Ángel Montesinos, Jesús Hernández, José Hurtado García, José Cuellar.

[8] IDEM, "Franco y José Antonio", Planeta, Barcelona, 1997, pp.214 y 233. CARLOS ROJAS, "Prieto y José Antonio", Barcelona, 1977, p. 145.

[9] ENRIQUE DE AGUINAGA, "José Antonio Primo de Rivera", Ediciones B, Barcelona, 2003, p.94.

[10] IBIDEM, p.65

[11] IBIDEM, p. 94.

[12] SERRANO SUÑER, Ramón, "Origen político, jurídico y vicisitudes del régimen de Franco", La Vanguardia española, Barcelona, 20 de noviembre de 1976.

[13] ENRIQUE DE AGUINAGA, "José Antonio Primo de Rivera", Ediciones B, Barcelona, 2003, p.94

[14] IDEM, “Sin ataduras”, en ABC (diario), Madrid, 20 de noviembre de 1986.

[15] MANUEL MILLAN MESTRE, “Adolfo Muñoz Alonso, testamento de fe y últimas palabras”, entrevista con MUÑOZ ALONSO (Peñafiel, 1915-Santander, 1974), en Tele/eXpres, Barcelona, 3 de agosto de 1974.

[16] CARLOS ALONSO DEL REAL, “José Antonio para todos los españoles”, en Arriba (diario), Madrid, 4 de enero de 1957.

[17] ENRIQUE DE AGUINAGA, “También la derecha ha fusilado a José Antonio”, en Fuerza Nueva, Madrid, 4 de abril de 1974.

[18] ENRIQUE DE AGUINAGA, “Sin ataduras”, en ABC (diario), Madrid, 20 de noviembre de 1986.

[19] ENRIQUE DE AGUINAGA y  EMILIO GONZALEZ NAVARRO, “Mil veces Jose Antonio”, Plataforma 2003, Biblioteca del centenario, Madrid, 2003, p. 270.

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