RASGOS DE NUESTRO ESTILO

La verdad a través del amor

Tanto la Verdad como el Amor están incluidas en aquellas categorías permanentes de razón, que no dependen de la aquiescencia de las mayorías ni del número de votos que se alcancen, pues están por encima de los escrutinios.


Publicado en el núm. 221 de Trocha, de enero de 2021. Editado por Veteranos OJE - Cataluña. Ver portada de Trocha en La Razón de la ProaRecibir actualizaciones de Trocha.

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La verdad a través del amor

La verdad a través del amor


Dijo san Agustín: No se accede a la verdad sino a través del amor. Efectivamente, si Dios es amor, acceder a Él, la Verdad absoluta, requiere este camino. Lo afirma el primer punto de la Promesa. Pero también puede aplicarse la frase agustiniana a lo terreno; y recordamos, en este punto, aquella vieja canción que terminaba diciendo la historia es un quehacer de amor.

Sabemos, por desgracia, que a muchos les mueve el odio y el rencor; y la envidia, y el afán de destacar, y el medro para alcanzar puestos, y el deseo desmedido de lucro… ¡Pobres imbéciles! Esas motivaciones negativas pueden llevar al éxito fácil y caduco, pero nunca a la tranquila conciencia del que sabe que está en todo momento cumpliendo con un deber humano y que todos sus actos están en consonancia con este servicio: a eso se le llama sentido del honor, que va mucho más allá de la fama social.

El esfuerzo por la búsqueda de una Patria mejor y por la justicia solo se entiende a partir del amor; este sentimiento es el que siempre ha empujado a los mayores sacrificios, el que ha impulsado a tantos y tantos a lo largo de nuestra historia; el que es capaz de aunar voluntades en lugar de provocar la dispersión y el enfrentamiento.

Tanto la Verdad como el Amor están incluidas en aquellas categorías permanentes de razón, que no dependen de la aquiescencia de las mayorías ni del número de votos que se alcancen, pues están por encima de los escrutinios. Flaco favor les hacen quienes esperan que sean las multitudes quienes les confirmen su vigencia u oportunidad; un enamorado no pone a votación su afecto por la persona amada; un pensador no espera a que otros le confirmen sus aproximaciones a la verdad que busca con tesón.

Pero no confundamos el amor con los amoríos fugaces, ni la verdad con los chascarrillos afortunados. Es imperativo de nuestro estilo saber hallar la verdad por los caminos del amor en cada circunstancia –agradable o desagradable– de nuestra existencia, ante cada noticia, ante cada impulso que nos sobrevenga.

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