EDITORIAL

La trampa de mirar al pasado

Atendamos prioritariamente a los problemas de hoy, a las realidades que sufren diariamente los españoles, lo que no quiere decir que perdamos de vista los infames y taimados trucos de las memorias.


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Es francamente preocupante observar cómo, día tras día, el Gobierno y sus socios tensan la cuerda del guerracivilismo.
La trampa de mirar al pasado

La trampa de mirar al pasado


¡El vocabulario que estamos aprendiendo en referencia a la pandemia del covid-19! Muchas de las palabras en uso entran de lleno en el léxico geográfico o montañero, hasta el punto de que el ínclito presidente del Gobierno español y sus adláteres acuñaron el tonto neologismo de la desescalada.

Hemos leído ahora que estamos en una meseta, es decir, una prolongación elevada, que se supone previa a un descenso; ojalá sea cierto…

Se nos ocurre que podríamos trasladar esas expresiones de moda al mundo de la política española y, acaso, de la europea; pero no seamos tan ambiciosos y centrémonos en lo que nos rodea como españoles.

Así, podríamos emplear la palabra declive, o las expresiones cuesta abajo o rampa en bajada pronunciada para referirnos al punto en que nos encontramos de convivencia nacional y de resolución de los problemas urgentes que afectan a todos los españoles. Se nos antoja que aún es prematuro hablar de precipicio, y no es que seamos ilusos ni optimistas en exceso.

Ya sabemos que es francamente preocupante observar cómo, día tras día, el Gobierno y sus socios tensan la cuerda del guerracivilismo, cómo van propiciando las ocasiones de división y de enfrentamiento de los ciudadanos, especialmente con sus sectarias miradas al pasado, que se traducen en declaraciones, decretos y leyes provocativas. Da la impresión de que su objetivo no es otro que provocar el conflicto civil… sin parar su atención, ni la de los presuntos manifestantes callejeros de otras ocasiones en temas como el incremento del precio de la energía eléctrica, el problema del paro, la enseñanza, el vaciamiento de grandes zonas de España, los ridículos en la política internacional o la deriva separatista de los nacionalismos interiores.

Centrémonos en ese guerracivilismo. Aparte de ser un mantra de la izquierda, es claramente una cortina de humo para ocultar los problemas reales a los que son incapaces de hacer frente.

Lo malo es que la trampa está teniendo éxito, especialmente entre la oposición de carácter nacional español, que centra su atención en esas miradas manipuladoras del pasado y no en otros temas acuciantes para la sociedad española.

Está claro que, con esta tendencia, nos encaminamos a un despeñadero o barranco, pero la mayoría del pueblo español no está por la labor de llegar al borde del abismo; en todo caso, se le podría acusar de indiferencia…

Nosotros no debemos dejarnos arrastrar en ese absurdo camino; sabemos por experiencia histórica de nuestros mayores que todo enfrentamiento civil imposibilita los logros nacionales de mayor calado… como aquella revolución nacionalsindicalista que se llevó la trampa de la historia al estar la sociedad española aún dividida en dos bandos irreconciliables, como dijo precisamente José Antonio.

Atendamos prioritariamente los joseantonianos a las realidades, al estudio, crítica y propuestas positivas de los problemas que afectan, hoy, a los españoles; lo que no quiere decir que perdamos de vista los infames y taimados trucos de las memorias históricas y democráticas.


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