EDITORIAL

Lo primero, ejemplaridad

Desde nuestra madurez, lo primero que se nos ocurre es que las instituciones y personas de un Estado lo primero en lo que deben destacar es en ejemplaridad, pues son los referentes de toda una sociedad.

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Lo primero, ejemplaridad

Lo primero, ejemplaridad


Con motivo del regreso a España de Juan Carlos I, los medios de derechas han estallado en parabienes, como si la arribada a Sangenjo, a título particular y para participar en unas regatas rememorara aquello de Sagunto, Martínez Campos y Cánovas del Castillo con ocasión de la Primera Restauración. Lógicamente, los portavoces de la izquierda ⎼aun desde el mismo Gobierno de la Monarquía⎼ han hecho todo lo contrario, en un ataque con cargas de profundidad hacia la propia Corona.

No hace falta recordar que nosotros nunca fuimos monárquicos; antes bien, nuestras preferencias se inclinaban hacia posiciones republicanas (que nada tenían que ver, por supuesto, con la Segunda República, ahora tan ensalzada por esa izquierda mencionada). Además de nuestra nula querencia por la Segunda Restauración (la que se llevó a cabo cien años después de la primera, por cierto), en nuestros momentos juveniles, más propensos a la rebeldía y a la protesta, no dejábamos de acudir a viejas coplas, entre las que se puede ⎼ahora⎼ recordar aquella de «El que quiera una Corona / que se la haga de papel, / que la que antes ya tenían / nos la echaron a perder».

Nos opusimos a una Segunda Restauración, que estaba presente ya desde 1937, en el prólogo del Decreto de Unificación (aunque parece que pasó desapercibido); algunos de nuestros camaradas votaron con un no rotundo cuando se propuso como príncipe de España a Juan Carlos, pero tanto ellos como nosotros pintábamos muy poco en el antiguo Régimen…

Desde nuestra madurez, lo primero que se nos ocurre es que las instituciones y personas de un Estado lo primero en lo que deben destacar es en ejemplaridad, pues son los referentes de toda una sociedad. Y, en este caso, independientemente de que ya no existan causas judiciales pendientes, la figura del llamado rey emérito ha carecido de esta virtud, no solo en aspectos personales ⎼en los que no queremos entrar⎼, sino en cuestiones públicas.

Muchas instituciones y personas del actual Régimen siguen mostrándose carentes de esa ejemplaridad que demandamos, y, en el caso de la Monarquía, esa carencia ha sido tan manifiesta que no es extraño que los ataques a las personas sirvan para poner en cuestión a la propia Corona. Claro que, también desde nuestra madurez, no encontramos por el momentoposible recambio político. Creemos que el problema no es tanto de formas, como de fondo: el Régimen actual está viciado en su totalidad, al ser claro vicario del sistema neoliberal / socialdemócrata con ínfulas de globalidad.

Que Juan Carlos resida o no en España nos resulta a nosotros indiferente; como un ciudadano más, puede tener libre circulación y no nos vamos por ello a rasgar las vestiduras. Ante el tema de la institución, nos limitamos en este momento a repetir lo que respondió José Antonio al periodista cuando este le preguntó si eran monárquicos o republicanos: «¡Qué pregunta más rara me hace usted! Monárquico o republicano; acaso ni lo uno ni lo otro. ¿No cree usted que existe, si no específicamente otro Régimen, por lo menos otras formas de esos regímenes más adecuados a nuestra existencia actual y a sus exigencias?».

Pero, ante todo, repetimos: exigencia de ejemplaridad.

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