EDITORIAL

Patria y vida.

Como españoles e hispánicos, hacemos nuestro el 'Patria y vida' de las nuevas revoluciones liberadoras, (...) seguimos anhelando, con José Antonio, "una España alegre y faldicorta"; y lo mismo deseamos a todos nuestros pueblos hermanos de más allá del océano.
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Patria y vida.

Patria y vida


Nos sentimos solidarios con el pueblo cubano en sus esfuerzos, no solo para poder tener a su alcance los medios más indispensables para la vida, como pueden ser la comida y la sanidad para todos, sino para recobrar su dignidad y su libertad como seres humanos. Y nos sentimos totalmente identificados con el lema que ha encabezado las protestas: Patria y vida.

La Revolución, acogida al principio con tantas esperanzas, resultó a la postre un fiasco; dicen que el joven Fidel de Sierra Maestra había afirmado en cierta ocasión Yo estoy más cerca de José Antonio que de Carlos Marx, pero pronto desestimó sus lecturas de los textos del Fundador para arrojarse en los brazos de las guías marxista-leninistas.

Unos dicen que por la enemiga del vecino del Norte, otros que por el interesado apoyo de la URSS, pero lo cierto es que aquel patria o muerte inicial derivó en una dictadura comunista donde la patria ocupaba un simple papel nominal; parafraseando al propio Marx, la patria fue un mito para engañar a los desgraciadosUna propuesta revolucionaria de signo hispánico se trocó en otra de fuerte calado ateo, materialista y sojuzgador de todo un pueblo.

Y no se trata de propaganda imperialista: tenemos testimonios directos de cuál es la situación de miles de cubanos que son desafectos o indiferentes al Partido, a diferencia de los miembros de este, que gozan de todas las ventajas materiales, esas que son expuestas a la visión alicorta del turista ingenuo.

Nos duele Cuba; no duelen Venezuela y Nicaragua, y todas aquellas naciones hermanas donde se está imponiendo, entre la desesperación y la demagogia, la imposición filocomunista, del brazo de los indigenismos, que, a la postre, son formas autóctonas de esos nacionalismos que aquí conocemos tan bien.

Nos duele, en suma, Hispanoamérica, condenada a ser una espuria Latinoamérica, colonia de fracasadas ideologías o pasto de la globalización hipercapitalista; parece continuar la vigencia de los versos de Rubén Darío: Al norte hay un pueblo alegre; al sur, veinte pueblos tristes

Y, como españoles e hispánicos, hacemos nuestro el Patria y vida de las nuevas revoluciones liberadoras. Alejados de todas las formas de necrofilia (tan queridas, por otra parte, por el Gobierno de Sánchez, el profanador de tumbas), seguimos anhelando, con José Antonio, una España alegre y faldicorta; y lo mismo deseamos a todos nuestros pueblos hermanos de más allá del océano. Nacimos para la vida y no para la muerte.

Es posible ⎼para nosotros y para ellos⎼ armonizar tradición y revolución: tradición sin conservadurismos ni formas periclitadas del pasado, y revolución, sin algaradas, violencias y demagogias progresistas y filocomunistas, en búsqueda incansable de justicia y libertad para todos. Esta armonización deseada solo es posible en unión de esfuerzos en las grandes empresas del espíritu y de la cultura común hispánica.