EDITORIAL | RAZONES Y ARGUMENTOS

Nuestro signo de distinción

José Antonio sustentó todas sus propuestas en este sentido espiritual y religioso de la vida, empezando por el ser humano, portador de valores eternos y abierto a la trascendencia de manera indiscutible


Editorial de La Razón de la Proa (LRP), de 20 de enero de 2020, recuperado para ser nuevamente publicado el 28 de enero de 2023. Recibir el boletín de LRP.

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Nuestro signo de distinción

Nuestro signo de distinción


No son pocas las plumas que han puesto negro sobre blanco alguna curiosa coincidencia entre la Falange y Podemos, concretamente en planteamientos de orden socioeconómico.

Entre estas plumas, las que provienen de la derecha persiguen, claro está, el desprestigio de quienes consideran sus enemigos frontales; nunca nos ha distinguido el conservadurismo con su aprecio –como no sea para la utilización y la tergiversación–, de forma que no es de extrañar que intenten colocar a los huestes de Iglesias el sambenito de fascistas o a nosotros el ya tradicional de rojos camuflados o el más burdo de falangistas.

Otras voces, a veces más cercanas y amistosas, pretenden hacer notar, ingenuamente, estas concomitancias para destacar nuestro sentido revolucionario, en competencia con los actuales socios del gobierno de Sánchez.

Parafraseando al propio José Antonio en su crítica al marxismo de entonces, apresurémonos a afirmar que lo que distingue al falangismo de otros planteamientos revolucionarios (supuestamente revolucionarios) no es el propósito de transformar la sociedad hacia mejores cotas de justicia social (hoy abandonadas por la izquierda), sino la primacía de lo espiritual, base y sustento de toda la articulación posterior.

En efecto, si rastreamos los textos joseantonianos, encontraremos innumerables referencias de esta primacía del espíritu, sobre las cuales el Fundador erige toda una doctrina política (el modo de pensar) y la ética de actitudes (el modo de ser). Señalemos, como ejemplo, algunas afirmaciones en este sentido, referidas a distintos temas. Así, en la propia definición que da José Antonio de la Falange:

Más que un partido político es un movimiento espiritual que viene a continuar la historia de España (10-II-35); o Lo espiritual ha sido y es el resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos (7-XII-33); también, Felices los que gozamos de esta alta temperaturas espiritual (17-XI-35).

Insistiendo en su rechazo al marxismo, dirá que este...

...no estaba caracterizado por la rápida implantación de una justicia social, sino por la extirpación de todos los valores espirituales (en Barcelona, 3-III-35), y añadirá, para escándalo de la burguesía, que nuestro sindicalismo es un sindicalismo espiritual; poco más tarde, en Oviedo, La revolución nacionalsindicalista la haremos… por un móvil espiritual, del mismo modo que su propuesta de desmontaje del sistema capitalista es una alta tarea moral.

Incluso al usar el controvertido término de imperio (nada entendido ni entonces ni ahora), lo define como una participación, con voz preeminente, en las empresas espirituales. Y, como es lógico, también nos dejará dicho que aspecto preeminente de lo espiritual es lo religioso, ya en los puntos iniciales (7-XII-33).

Porque José Antonio no configuró un movimiento político confesional, y se apresuró a postular la separación de la Iglesia y del Estado, a lo que se adelantó –todo hay que decirlo– al Concilio Vaticano II; esta postura le valió el rechazo y defección de algunos seguidores, como el marqués de la Eliseda, y la crítica de la derecha de entonces, claramente confesional pero, como muchos sectores de la Iglesia de hoy, muy prudente en la defensa de sus valores…

Lo que hizo José Antonio fue sustentar todas sus propuestas en este sentido espiritual y religioso de la vida, empezando por el ser humano, portador de valores eternos y abierto a la trascendencia de manera indiscutible.

En la actualidad, este sigue siendo nuestro mejor signo de distinción frente a derechas e izquierdas, frente al laicismo antirreligioso y al materialismo, frente al neoliberalismo y al marxismo cultural, patrocinadores de ideologías, antropologías y éticas universales del hombre, la política, la economía y la sociedad.

Este panorama es el que prevalece en nuestros días y al que nos enfrentamos. Acaso nos consideren una rara avis, pero acaso constituyamos la promesa de un futuro en el que vuelvan a predominar los valores del espíritu.


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