EDITORIAL

El rodillo

Aunque el Derecho sea 'un modo de querer, entrelazante, autárquico y legítimo' (en el sentido de legal, no en el de ético), no necesariamente sus dictámenes tienen que obedecer a la noción de justicia, es decir, 'ser justo'.
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El rodillo


En estas últimas semanas se han ido aprobando leyes que, entre dimes y diretes, van a tener trascendencia para la sociedad española e, incluso, si Dios no lo remedia, para sucesivas generaciones de españolitos: por ejemplo, la ley del aborto como derecho inviolable, la del solo el sí es sí, la del ahorro energético y otras que quizás han pasado desapercibidas para los analistas y para la Oposición (como, al parecer ocurrió cuando esa oposición de ahora llegó al poder y se encontró con la Ley de la Memoria Histórica, ahora derivada en democrática, en una nueva vuelta de tuerca para enfrentar a los españoles entre sí).

Ya sabemos que el Derecho recibe sus datos de la Política. Eso quiere decir que, aunque el Derecho sea un modo de querer, entrelazante, autárquico y legítimo (en el sentido de legal, no en el de ético), no necesariamente sus dictámenes tienen que obedecer a la noción de justicia, es decir, ser justo, al ser las normas aprobadas por mor de las mayorías parlamentarias.

El Gobierno social-comunista y sus aliados parlamentarios (sobre todo, los separatismos vascongados y catalanes) forman este rodillo parlamentario, contra el cual se estrellan los requerimientos de sus oponentes y resultan del todo punto inútiles; es la ley de las mayorías, esas que, según los principios roussonianos, ostentan la verdad o aciertan en ella; es, en suma, el puro relativismo, que sitúa esa verdad (con minúscula) en función del número de votos que alcance en un escrutinio.

No existen en este momento otras fuentes del Derecho que lo hagan basarse en la idea de justicia y de Verdad (con mayúscula), y que obedezcan a criterios teológicos, metafísicos, iusnaturalistas o incluso científicos. Así, el supuesto derecho al aborto, consagrado sin discusión, de acuerdo con el principio del derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo (sin atender a que el feto es otro cuerpo, dotado de un ADN propio, que lo confirma como ser humano distinto y, en ese momento, completamente indefenso); o, en el mismo tema, la exclusión de las familias ante una decisión de una niña de menos de 16 años…

O, descendiendo a ámbitos menos profundos e importantes, incluso caricaturizables, la posible necesidad de que toda aproximación con intenciones eróticas precise de la presencia de un notario para levantar acta; o la exigencia de que los españoles pasemos calor o frío según la temperatura basal del presidente del Gobierno, con o sin corbata…

Por ello, quienes aspiramos a que España tenga una verdadera transformación, subvirtiendo la actual situación, debemos tener bien clatro qué fuentes tienen que apoyar las transformaciones legales que se precisan. Si estas fuentes siguen siendo el relativismo moral y ético, la ley de las mayorías, y los que releven a Sánchez creen que este es el fundamento de la democracia, no harán nada más que, o engañar al electorado, o mantener la misma situación de injusticia con que se han encontrado, o asegurar que, en el siguiente vuelco electoral, el rodillo va a tener más inquina, si cabe, que antes en su legislación.

Solo quienes crean que el fundamento del Derecho debe ser las categorías permanentes de razón pueden ser protagonistas de un cambio esencial; solo quienes entiendan lo que está jugando en este combate cultural de hogaño pueden ser apoyados por nosotros.

Mucho nos tememos ⎼ahí están los anuncios de la Oposición⎼ que hay quienes consideran que solo la economía es el plato fuerte de un cambio profundo. Esto sería un más de lo mismo, acaso sin tanta virulencia, pero no devolvería a España y a los españoles la conciencia de sí mismos, ahora obnubilada entre los rodillos y la propaganda inmisericorde del Sistema.

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