EDITORIAL

Creemos en la Empresa, unidad de convivencia laboral...

Debemos mirar lo esencial del pensamiento de José Antonio, no lo coyuntural, y esta esencialidad tiene como un punto básico la búsqueda incansable de mejores cotas de justicia social.


Editorial de La Razón de la Proa (LRP) de mayo de 2021, recuperado para ser nuevamente publicado en enero de 2024. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

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Creemos en la Empresa, unidad de convivencia laboral...

Debate abierto.


No, no nos referimos a especulaciones acerca de cómo cambiará el mapa político español a raíz de los resultados de las elecciones en Madrid (* Articulo redactado en 2021); quede el análisis para los especialistas y para uso y disfrute de los tertulianos. Nosotros, como ciudadanos de a pie, tomamos nota y deseamos lo mejor para nuestra sociedad; luego, que cada uno opine o vote en conciencia.

En este editorial queremos tocar un tema social que tiene mucho que ver con nuestros planteamientos. Nuestra página puso a disposición de los lectores sendos artículos publicados en Cuadernos de Encuentro: Apuntes para un sindicalismo solidario, del que es autor Juan José Coca, y El sindicalismo, muerto por la economía, de Juan Velarde. Son opiniones diferentes y contradictorias, como puede apreciar quien los leyó.

Y nos parece excelente esta disparidad de criterios, en tanto conduce a la reflexión y al debate, en lugar de a una monótona repetición de textos antiguos. Como siempre, subyacen, como fondo, José Antonio y los tiempos actuales.

En aquel Ideario joseantoniano para el siglo XXI, que esbozó la extinta Plataforma 2003 en una de sus escuelas de verano, y que ocupó un lugar destacado en las páginas de La Razón de la Proa, se decía textualmente en su punto X:

Creemos en la Empresa, unidad de convivencia laboral, en la que el hombre debe poder ejercer su profesión en las tareas del trabajo, al servicio de su vocación. Aspiramos a su reforma hasta lograr para todos una Empresa con responsabilidad social y con rostro humano. El Estado debe exigir la obligación de trabajar y debe garantizar el derecho de todos al trabajo, que es el mejor título de dignidad social, y fomentar la participación de los trabajadores en la gestión y propiedad de la empresa, así como auspiciar la creación de empresas solidarias.

Este hincapié en la empresa trataba de suplir el que, en épocas fundacionales y en aquellas circunstancias se conferían al sindicalismo. Como sabemos, el mundo sindical de hoy es radicalmente distinto y la Cuarta Revolución Industrial lo ha reducido, en todo caso, a su papel inicial, el de gestionar la defensa de los intereses de los trabajadores, pero alejado de la visión de los años 30 del siglo XX, por parte de José Antonio y Ramiro, de considerar a España como un gigantesco sindicato de productores y a los sindicatos, a su vez, como órganos verticales de la articulación del Estado. El pasado 1 de mayo pudimos ver lo que dan de sí las centrales sindicales, del brazo de seis ministros del actual Gobierno y pidiendo a ese mismo Gobierno una serie de medidas…

Siempre hemos sostenido en esta página que debemos mirar lo esencial del pensamiento de José Antonio, no lo coyuntural, y esta esencialidad tiene como un punto básico la búsqueda incansable de mejores cotas de justicia social. Lo importante es encontrar, no los programas ni las fórmulas que se creían adecuadas en aquella coyuntura, sino los caminos que pueden lograrlo en el mundo de hoy. Y uno de esos caminos puede ser la reforma del concepto de Empresa.

Algunas de aquellas aspiraciones históricas eran conseguir el acceso a la gestión y a la propiedad de los medios de producción por los trabajadores y superar la relación bilateral de las relaciones de trabajo; esto requiere un profundo cambio de mentalidad de los trabajadores, una mentalidad distinta a la de la sociedad capitalista. Descartada la imposición de un Estado moderno ⎼impensable hoy⎼, quedan como recursos la concienciación y la educación para lograrlo; esto es plausible en tipos de empresa concretos, como en las cooperativas de producción o las sociedades anónimas laborales, y, a lo mejor, en otras fórmulas novedosas que impliquen un protagonismo o emprendiduría por parte del trabajador.

Nuestros economistas ⎼que los hay⎼ deben profundizar en estos aspectos, analizar qué ha quedado superado por el tiempo, qué es posible hoy, qué es deseable, y qué vías deben seguirse para lograrlo. Así, estarán contribuyendo a plantear alternativas para el mundo que nos rodea desde las raíces joseantonianas.

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